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segunda-feira, 27 de novembro de 2023

 

Washington prepara nuevas “revoluciones” de colores

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El manual propone desarrollar estrategias militares formales en los países occidentales para ejercer una influencia proactiva y permanente a nivel internacional. De hecho se abre la puerta a intervenciones militares de la OTAN contra Estados que no puedan defenderse.


Leonid Savin*.— El Centro Internacional para Conflictos No Violentos, con sede en Washington,  publicó recientemente otro manual  sobre las denominadas revoluciones de color, llamado  Fomentando una cuarta ola democrática: un manual para contrarrestar la amenaza autoritaria.  Este centro continúa la tradición de intervenir en los asuntos internos de países extranjeros a la manera de Gene Sharp, Bruce Ackerman y otros teóricos de las acciones y movimientos políticos de protesta. El director ejecutivo de este Centro es ahora Ivan Marovic, uno de los líderes del Otpor yugoslavo, que desempeñó un papel clave en el derrocamiento de Slobodan Milosevic.

Además, otro detalle importante es que el informe fue elaborado conjuntamente con el Centro Scofort para Estrategia y Seguridad del Consejo Atlántico, el principal think tank de la OTAN en Estados Unidos, encargado de hacer recomendaciones militares y políticas para los miembros de la alianza.

Aunque Ash Jayne y Gardy Merriman del Atlántico Council y Patrick Quirk del Instituto Republicano Internacional aparece como coautores  del documento, el manual fue preparado por miembros de un grupo de trabajo especial que incluía representantes de la Open Society Foundation de George Soros, el National Endowment for Democracy, Freedom House, la Alliance of Democracies Foundation y una una serie de organizaciones que durante muchos años han estado involucrados en procesos sediciosos y golpes de estado cuando estos complots son de interés de Estados Unidos.

Por cierto, la introducción explica que dichas intervenciones son supuestamente necesarias para la seguridad tanto de Estados Unidos como de sus aliados… y como hay países que Estados Unidos considera autoritarios o dictatoriales, se necesita alterar la estructura de poder en esos lugares.

Se trata que los ciudadanos lleven a cabo revueltas que provoquen un golpe de Estado. Literalmente, la tercera frase dice que “los regímenes dictatoriales de China, Rusia, Irán, Venezuela y muchos otros se han vuelto más represivos”.

Como de costumbre, los autores guardan silencio sobre sus aliados, como las autocracias de Oriente Medio. Tomemos como ejemplo Bahréin, donde después que comenzó la Primavera Árabe, las protestas fueron brutalmente reprimidas y muchos participantes fueron condenados a muerte.

Estados Unidos considera que su sistema democrático está en peligro porque los regímenes autoritarios, dañan sus instituciones, influyen en la toma de decisiones y manipulan la información. Además, muchas democracias están experimentando una crisis de legitimidad. Esto último es sin lugar a dudas cierto ya que el Occidente colectivo ha utilizado durante mucho tiempo métodos autoritarios y represivos. De hecho en estas “democracias” sus pueblos no participan en los procesos políticos y están excluidos de la gobernanza (por ejemplo, la Comisión Europea, que establece la agenda de la países de la UE, no elige a sus comisarios mediante voto popular).

El propósito de este manual es crear la llamada Cuarta Ola Democrática para, si no destruir, al menos contener los regímenes autocráticos, es decir, los estados designados por Estados Unidos como una amenaza.

Varios movimientos de resistencia civil están en el centro de este enfoque. Los autores creen que en la historia hay ciclos de avance y retroceso de las democracias. La última tercera ola tuvo lugar entre 1974 y 2006. Ahora, en su opinión, ha llegado el momento de iniciar la cuarta ola, que debería contar con el apoyo de las autoridades estadounidenses en todos las maneras posibles.

El documento ofrece recomendaciones para el gobierno de Estados Unidos y sus socios, organizadas en tres secciones temáticas. La sección inicial analiza la necesidad de ampliar los esfuerzos para ayudar a los grupos insurgentes en países extranjeros.

El gobierno estadounidense debería hacer del apoyo a la democracia un factor central en las relaciones internacionales. El Presidente debería ordenar a las agencias de seguridad nacional y al Asesor de Seguridad Nacional que sopesen las implicaciones de la democracia en todas las decisiones importantes. Además, el presidente debería emitir una Estrategia de Seguridad Nacional o una directiva para apoyar la democracia en el exterior. Una directiva de este tipo enviaría una fuerte señal a los aliados y regímenes autoritarios que Estados Unidos está comprometido a apoyar la democracia en el extranjero.

La UE y otros Estados democráticos deberían tomar medidas comparables para respaldar la democracia y oponerse al autoritarismo. Se analiza la inversión en nuevas alternativas para ayudar a los movimientos de resistencia civil que apoyan la democracia.

Aquí viene una referencia a las agencias del gobierno, el Congreso de los Estados Unidos, el Departamento de Estado y la USAID, que desarrollan mecanismos apropiados para apoyar a “los suyos” y castigar a los “de afuera”. También hay un llamado a otros gobiernos para que establezcan fondos especiales y apoyen a las ONG. Además, es importante crear nuevos materiales educativos y manuales de instrucción para los próximos “rebeldes”, y brindar apoyo a nivel legislativo y práctico.

Según se informa, los servicios diplomáticos participarán en ayudar a los movimientos pertinentes y respaldar a los medios autónomos tanto a nivel local como global. Por supuesto, no estamos hablando iniciativas independientes, sino más bien de narrativas dependientes de Occidente y de medios de comunicación dependientes de las finanzas que ayudan a difundir la propaganda.

El segundo bloque se relaciona con el desarrollo de un nuevo marco normativo llamado Derecho a la Asistencia (R2A). Esto recuerda la famosa doctrina de la “Responsabilidad de Proteger (R2P)” que los países occidentales extendieron incluso a la ONU. Bajo su fachada, Estados Unidos intervino en Haití y Yugoslavia, bombardeó Libia y proporcionó armas y equipo a terroristas en Siria.

El bloque sostiene que el derecho a la soberanía no es absoluto, por lo que “cuando un autócrata niega el derecho de su población a la autodeterminación y viola los derechos humanos de la población… se abre la posibilidad de intensificar las formas de intervención para proteger y restaurar los derechos de la población.»

Sin embargo, cuando el régimen de Kiev negó a su población este derecho y suprimió la voluntad del pueblo, y Rusia intervino para proteger sus derechos, Occidente, lo llamó “agresión injustificada” o “anexión”. Hay ejemplos similares en otros países. Y el ejemplo más reciente es el apoyo de Estados Unidos a Israel para reprimir la resistencia palestina.

Así que una vez más tenemos otro doble rasero. Como podemos ver a partir de años de experiencia, existe un criterio claro sobre lo que se puede entender por democracia y derechos humanos desde la perspectiva de Estados Unidos: si el gobierno de un país es leal a Washington y apoya la política de Estados Unidos, entonces puede hacer lo que quiera su población y recibir ayuda de Estados Unidos para la represión.

Si un gobierno sigue su propio rumbo político o se atreve a criticar a los Estados Unidos, entonces los acontecimientos más insignificantes en ese país, incluso si se trata de un delito trivial, serán considerados por Washington como una violación de los derechos humanos y un pisoteo de la democracia.

Este enfoque engañoso también se confirma en la sección “Abordar las preguntas”. Cuando se pregunta cómo se debe equilibrar el apoyo a la resistencia civil en otros países con los intereses nacionales de Estados Unidos, se dice que no hay una respuesta clara y que el contexto es muy importante.

Se observa, sin embargo, que la cooperación comercial y de seguridad no necesariamente excluye la prestación de apoyo efectivo a la sociedad civil, directa o indirectamente. Aquí podemos recordar cómo Estados Unidos hizo la vista gorda ante el derrocamiento de gobernantes que habían sido sus socios estratégicos durante muchos años, como Hosni Mubarak en Egipto durante la Primavera Árabe.

El tercer bloque habla de fortalecer la solidaridad democrática para presionar a los regímenes represivos. Es una continuación lógica de dos bloques anteriores a nivel internacional, incluye el G7 y la posible creación de la alianza D-10 (no se especifica quiénes serán incluidos). Se trata de coordinar sanciones y crear tribunales para intimidar a otros estados. Pero también se trata de influencia militar.

En primer lugar, se trata de relaciones con militares y su entrenamiento y práctica en los países occidentales. Es decir, hay un claro indicio de contratar a sus propios agentes reclutados en el extranjero. De hecho, militares y agentes del orden que fueron entrenados en Estados Unidos han preparado o participado en golpes de Estado en casi todo el mundo. Por ejemplo, en el intento de derrocamiento de Rafael Correa en Ecuador en 2010.

Además, se propone desarrollar estrategias militares formales en los países occidentales para ejercer una influencia proactiva y permanente a nivel internacional. Aquí, sin embargo, la noción original de democracia se diluye claramente. De hecho, abren la puerta a intervenciones militares de la OTAN contra Estados que no puedan defenderse.

Por cierto, el manual fomenta no sólo todo tipo de sanciones y presiones, sino también ataques cibernéticos a la infraestructura gubernamental de los estados “autoritarios”. Mientras tanto, los gobiernos occidentales protestan constantemente cuando se detectan algún interferencia en las redes sociales.

El recientemente creado Foro Cibernético de la OTAN continúa esta  línea, se trata de establecer la infraestructura para un dictadura digital de Occidente .

En relación a estas directrices, la Eurasia Group Foundation, presentó un informe bastante interesante, que habla sobre la política exterior de Estados Unidos .

Dice: “ el excepcionalismo estadounidense es una creencia compartida en todo el espectro político. Aproximadamente el 90 por ciento de los republicanos piensa que Estados Unidos es excepcional. Sólo el 10 por ciento cree que su país no es excepcional.

Por el contrario, tres cuartas partes de los demócratas e independientes piensan que Estados Unidos es excepcional casi una cuarta parte cree que el país no es excepcional (22% y 23%).”

Esto explica la audacia con la que Estados Unidos interfiere en los asuntos de otros países y organiza golpes sangrientos y otras intervenciones bajo el pretexto de la democracia. El  proyecto sobre “Descolonización de Rusia”, que Estados Unidos lanzó en 2022 es parte de esta pretensión de excepcionalida y dominación global.

Y aunque Estados Unidos no ha logrado un éxito en esta dirección, es poco probable que abandone los intentos de desmembrar a Rusia bajo cualquier pretexto en el futuro.

Es probable que, total o parcialmente, las recomendaciones ofrecidas en el manual sean adoptadas por el gobierno de Estados Unidos. Esto significa que habrá nuevas provocaciones e intentos de influir en la situación política interna de Rusia y de otras naciones.

*Analista geopolítico ruso

terça-feira, 14 de novembro de 2023

No centenário do livro de Karl Korsh

 

A rebelião herética: 100 anos de “Marxismo e Filosofia”, de Karl Korsch

O pensamento de Korsch se apresenta, hoje, apesar de suas limitações e problemas, como um oportuno recomeço à teoria marxista. Se algumas das proposições colocadas por Korsch caducaram ou se mostraram equivocadas, o princípio norteador de sua obra, o fio-condutor que o impeliu a uma apaixonada defesa do caráter crítico-revolucionário do marxismo, permanece vivo e importante.

Por Gabriel Teles

“De outro lado, representantes credenciados das duas principais tendências do ‘marxismo’ oficial contemporâneo, com seguro instinto, logo farejaram neste modesto ensaio uma rebelião herética contra alguns dogmas comuns ainda hoje – e apesar de todas as oposições aparentes – às duas confissões da velha igreja marxista ortodoxa: diante do concílio reunido, condenaram as ideias expressas neste livro como desvio da doutrina estabelecida.”
Karl Korsch, Antícritica (1930)

Excetuando poucas menções ou discussões, a efeméride dos 100 anos do livro Marxismo e Filosofia, passou quase despercebida pela intelectualidade brasileira. Eclipsado pela comemoração de outro centenário, aquele de História e consciência de classe, a obra korschiana é quase confinada sob as sombras do livro de Lukács. Em texto publicado anteriormente neste Blog, insisti na marginalização da obra de Korsch nos estudos do marxismo no Brasil. Nessa discussão, destaquei como o autor é frequentemente citado, mas raramente lido e debatido. Essa constatação é facilmente verificável. Basta realizar uma simples pesquisa bibliográfica sobre Karl Korsch para perceber que existem poucos estudos dedicados a ele. Como explicar, em suas múltiplas determinações, o status periférico do seu pensamento ou o silêncio sobre a sua obra?

A primeira constatação a que cheguei foi a de que Karl Korsch não pode ser considerado um autor marginal dentro dos estudos marxistas. Ele é, em verdade, um pensador marginalizado. As determinações dessa marginalização são diversas, bem como as interpretações sobre elas. Trata-se, no entanto, de um autor incontornável, que participou de diversos debates e reflexões que enriqueceram o marxismo e que ainda ecoam na contemporaneidade. Uma destas notáveis contribuições é, sem dúvida, sua obra Marxismo e Filosofia, que celebra seu centenário neste ano.

Em 1923, quando Korsch lançou a sua obra, ele a empunhava em uma mão e, na outra, um fuzil. Nesse mesmo ano, atuou como Ministro da Justiça de Turíngia durante seis meses, onde foi formado um governo de coalização entre comunistas (KPD) e social-democratas independentes (ala esquerdista do USPD). Tal experiência ficou conhecida como O outubro alemão. A pretensão dos dirigentes do partido era que esse governo se tornaria uma base central e regional para a insurreição revolucionária que estava se desenhando desde então na Alemanha.1 Esse breve contexto serve como um exemplo de como Korsch estava munido não apenas com as armas da crítica, mas também com a crítica das armas, em coerência com sua proposta de marxismo crítico-revolucionário.

Nesse sentido, no presente texto, como um tributo e uma homenagem aos cem anos de Marxismo e Filosofia, gostaria de analisar as principais determinações do pensamento de Karl Korsch. Convido, assim, o leitor e a leitora a conhecer melhor a obra e o projeto revolucionário desse marxista “herético”.

***

Quando examinamos o conjunto da obra de Korsch, é possível observar, como afirmado por Oskar Negt (1975), que sua teoria atua como um verdadeiro sismógrafo, registrando meio século de contradições, desastres, fracassos e vitórias do movimento do proletariado ao longo de sua dinâmica na luta de classes. Seguindo a metáfora de Negt, podemos analisar que os aspectos nucleares do pensamento korschiano surge, tal como verdadeiras “ondas sísmicas”, no contexto compreendido entre a liquidação burocrática da Revolução Russa e a aparição dos movimentos radicais da Alemanha de 1923. É nesse cenário, de simultânea avaliação dos processos revolucionário e de atuação política para sua não liquidação, que emerge os fundamentos axiais das contribuições teórico-metodológicas de Karl Korsch ao marxismo.

Nesse sentido, é possível identificar quatro eixos que permeiam a sua atuação enquanto militante e teórico marxista: 1) o movimento revolucionário do proletariado; 2) o historicismo; 3) unidade entre teoria e prática; e, por fim, 4) antidogmatismo. Esses eixos funcionam como elementos condutores que orientam seu pensamento, proporcionando uma maior coerência ao longo das diversas fases de sua trajetória intelectual e política. Eles representam, enfim, as bases intelectuais fundamentais de seu pensamento. A seguir, abordaremos cada um desses eixos em sequência.

Movimento revolucionário do proletariado

A obra de Karl Korsch possui uma relação intrínseca com o movimento revolucionário do proletariado. Como teórico marxista, dedicou-se a analisar e compreender a dinâmica da luta de classes e a importância da ação revolucionária para a transformação social.

Sustentava que o movimento revolucionário do proletariado não pode se restringir apenas à conquista de demandas econômicas ou a melhorias dentro da sociedade capitalista, mas sim buscar a superação radical dessa mesma sociedade. Para ele, a transformação social só poderia ser alcançada por meio da ação política revolucionária, visando à abolição das relações de classe e à construção de uma sociedade comunista.

Ao analisar a sua trajetória política, é perceptível o vínculo com a luta dos trabalhadores desde a sua juventude, tornando-se mais concreta e radical à medida que as lutas de classes se intensificavam, o que levou à sua adesão ao marxismo no final do ano de 1919.  A partir desse momento até o final de sua vida, Korsch direciona as suas energias na luta pela emancipação dessa classe e pela abolição do capital.

No que nos interessa desse processo, a reconstrução do marxismo crítico-revolucionário defendida por Korsch perpassa, diretamente, sua relação com o proletariado. O primeiro indício dessa relação é a própria definição de Korsch de marxismo que carregará consigo até o final de sua vida: expressão teórica do movimento revolucionário do proletariado. O marxismo só pode se apresentar, para o nosso autor, como uma expressão teórica daquela classe que possui, em seus interesses históricos, a vontade e as condições de possibilidade de destruição da sociedade capitalista. Por esse ângulo, o marxismo não “criou” o movimento dos trabalhadores; em verdade é a sua expressão a nível teórico, elevando a sua consciência a um novo patamar importante e necessário.

Pode-se afirmar, dessa forma, que Marx e o marxismo realizaram a síntese, pela primeira vez – e de maneira unificada e na totalidade concreta de um corpo teórico-político –, de todo o conteúdo das novas ideias que, ultrapassando o horizonte burguês, emergem inevitavelmente na consciência da classe proletária a partir de sua condição social. Somente com uma teoria crítico-revolucionária da ação do proletariado é que se poderia esclarecer as condições históricas e a natureza desta mesma ação e assim, elevar a classe que, atualmente explorada, é convocada a atuar à consciência das condições e da natureza de sua própria ação.

Ao se debruçar sobre a obra de Korsch a partir da publicação de Marxismo e Filosofia, é notório como todo o seu arsenal teórico e metodológico está a serviço de não apenas expressar teoricamente essa classe autodeterminada, mas também em contribuir para que a totalidade da classe se transforme em revolucionária em suas lutas. A luta de classes, tanto na prática das organizações proletárias, quanto do ponto de vista teórico, na batalha das ideias (luta cultural), é um dos eixos da relação de Korsch com a classe proletária.

Em síntese, Korsch empenhou-se na defesa da autonomia dos trabalhadores em sua luta contra a sociedade capitalista e seus falsos representantes (pseudomarxismo). A reconstituição do caráter crítico-revolucionário do marxismo, efetuada por Korsch, perpassa a relação unitária entre teoria e prática, levando à máxima entoada, pela primeira vez, nos estatutos da AIT, elaborados pro Marx: A emancipação dos trabalhadores deve ser obra dos próprios trabalhadores. Sua teoria, enfim, ressoa como um sismógrafo sensível, capturando as complexidades da luta de classes e oferecendo perspectivas valiosas para a busca por uma sociedade emancipada por meio da luta dos trabalhadores.

Historicismo

Um dos elementos mais expressivos no pensamento do Korsch é sua discussão sobre a historicidade das relações sociais, bem como dos conceitos que as expressam idealmente. É permeado, de início ao fim, a importância da História e suas transformações nos textos e discussões korschianas. A percepção e utilização da historicidade como uma das categorias fundamentais em seu pensamento estão intrinsecamente conectadas à sua coerência com o materialismo histórico, o qual, como o próprio nome sugere, atribui uma importância primordial à história.

É crucial ressaltar que Korsch não menciona o historicismo como um elemento constitutivo de seu pensamento. Na realidade, essa caracterização é uma atribuição feita por vários autores que analisaram sua obra. Das poucas menções ao historicismo, podemos mencionar aquela feita em Marxismo e Filosofia, especialmente à obra de Dilthey e sua escola, ao colocá-la como uma das mais avançadas da filosofia burguesa.2 Além disso, é relevante ressaltar que o termo historicismo é de natureza polissêmica, carregando consigo uma variedade de interpretações e assimilações por outros campos de conhecimento (IGGERS, 1995).

Nesse aspecto, fica claro que a ideia de historicismo atribuído ao nosso autor, está longe daquela abordagem ligada tanto ao historicismo clássico, como em Wilhelm Dilthey e Leopold von Ranke, quanto do historicismo hermenêutico, como em Hans-Georg Gadamer. Trata-se, na verdade, da assimilação crítica do historicismo (especialmente o seu “objeto”, a história) pelo marxismo. Essa assimilação tem sido explorada por diversos autores, como Fredric Jameson (1979), que examina a relação tanto conflituosa quanto articuladora entre marxismo e historicismo. Michael Löwy (1994), por sua vez, identifica o surgimento de um “marxismo historicista” na virada do século XIX para o século XX, tendo autores fundamentais como Lukács, Korsch e Gramsci. Além disso, é importante mencionar a crítica feita por Althusser (1969) a uma leitura historicista do marxismo.

Em Korsch, como já colocamos, o historicismo se apresenta em sua discussão mais ampla sobre a história e historicidade das relações sociais concretas e das ideias que as expressam. Teoricamente, para sermos mais precisos, o historicismo em nosso autor se manifesta principalmente em suas discussões sobre o princípio da especificidade histórica. Tanto Elliot (1979) quanto Kellner (1975), bem como Xenos (1975), vão afirmar que o conceito de especificidade histórica é a medula espinhal de sua teoria. Esse princípio, que também é formulado enquanto conceito, é uma das grandes contribuições de Korsch para a renovação do materialismo histórico.

Embora Marx não tenha utilizado essa terminologia específica, o conceito do “princípio da especificidade histórica” pode ser identificado como um dos elementos constituintes de seu pensamento e, por extensão, do marxismo como um todo. Esse princípio permeia todas as fases de sua obra, desde sua juventude, quando ele e Engels desenvolveram conjuntamente o materialismo histórico, até sua obra mais sistemática, O capital. Korsch foi o primeiro autor a atribuir-lhe tal denominação, ao reconstruí-lo e explicitá-lo como um dos componentes fundamentais do materialismo histórico, conferindo-lhe assim contorno e relevância teórico-metodológica. O princípio central desse conceito reside na compreensão do caráter singular de cada momento histórico e na apreensão de sua historicidade, incluindo todas as relações e condições sociais envolvidas de forma materialista e inserida na totalidade na análise das relações sociais.

Embora o conceito de historicidade tenha sido explicitado na obra de Korsch apenas na década de 1930, é evidente que ele acompanha o autor desde sua adesão ao marxismo até seu último manuscrito não publicado em vida. Um exemplo disso é a própria ideia de aplicar o materialismo histórico ao próprio materialismo histórico, mencionada pela primeira vez em “Marxismo e Filosofia”. Essa abordagem é um desdobramento do princípio da especificidade histórica, buscando explicar a história e a historicidade do marxismo à luz de suas próprias ferramentas teórico-metodológicas. Inclusive, a análise do marxismo pelo próprio marxismo é o aspecto essencial como Lowy define o seu conceito de “marxismo historicista”.3 Nesse caso, de nossa parte, só podemos concordar com Löwy em “tipificar” Korsch como um marxista historicista se tal epíteto expressar a assimilação crítica do objeto do historicismo pelo marxismo.

Em síntese, o historicismo de Korsch é um dos elementos constitutivos de seu pensamento que, articulado com outras determinações, contribui para a reconstituição de um marxismo crítico-revolucionário. No entanto, simultaneamente, o historicismo, em Korsch, constitui a sua força e a sua fraqueza. Força pois expressa a particularidade das relações sociais e, do ponto de vista metodológico, a perspectiva do proletariado.4 Fraqueza pois há um excesso de historicismo, criando um problema na relação da historicidade do ser, retrocedendo em relação até mesmo a Hegel. Tal limitação é o que denominaremos como historicismo cabal – também cunhado, por Viana (2012), como historicismo absoluto.

Marxismo militante

Como já afirmamos, Korsch concebia o marxismo umbilicalmente ligado ao movimento revolucionário do proletariado. Desta premissa, deriva a necessária relação e unidade entre teoria e prática, cujas ideias devem expressar, teórica e politicamente, o conjunto dos interesses históricos do proletariado. Logo, o marxismo não pode ser colocado como uma teoria apartada dos conflitos sociais, da dinâmica da luta de classes. Daí que o próprio ato de teorização é, também, um ato de ação política e de contribuição para a luta proletária no interior da luta de classes. 

A teoria marxista, para Korsch, só manteria o seu fundamento preservado se servisse como uma arma para os fins revolucionários dos trabalhadores (a arma da crítica, diria Marx). Tal proposta de um marxismo que une teoria e prática (concebendo a teoria enquanto prática, a prática teórica) é o que denominamos como “marxismo militante”.

Para Korsch, o objetivo do marxismo não pode ser a  análise da sociedade capitalista existente em seu estado “afirmativo”, mas essa mesma sociedade em declínio tal como é revelada pela teoria, evidenciando a possibilidade de sua dissolução e decadência. O sujeito histórico a efetuar tal dissolução é o proletariado. Logo, “seu primeiro propósito não é o prazer contemplativo do mundo existente, mas sua transformação prática” (KORSCH, 1972b, p. 61). Tais premissas de seu marxismo militante estão espalhadas na quase totalidade da obra de Korsch, tanto aquelas de cunho teórico, quanto aquelas de lastro político-conjuntural. 

A primeira manifestação teórica dessas premissas pode ser encontrada em Marxismo e Filosofia, no qual Korsch estabelece uma abordagem inovadora sobre a relação entre teoria e prática, aproximando-se da tese marxiana da unidade entre ser e consciência presente em A Ideologia Alemã. Essa abordagem teórica é desenvolvida também em seu livro Karl Marx, no qual Korsch trata da prática revolucionária na obra de Marx. Ele afirma que a teoria da luta de classes proposta por Marx é, em si mesma, uma luta de classes, sendo ao mesmo tempo expressão e impulsionadora da revolução social da classe proletária.

Korsch, nesse aspecto, não condiciona a teoria à realidade social concreta. O que ele faz é evidenciar que a própria teoria é parte integrante da realidade concreta e, portanto, tem o potencial de agir como uma força mobilizadora. O que temos aqui é um fiel seguidor do princípio marxiano de que “[…] a teoria também se torna força material quando se apodera das massas” (MARX, 2015, p. 157). Em conclusão, o marxismo militante, nos escritos de nosso autor alemão, representa uma abordagem vigorosa e comprometida com a transformação social radical. Korsch defendeu a necessidade de os teóricos marxistas se envolverem ativamente na luta de classes, colocando em prática os princípios revolucionários do marxismo. Sua crítica à passividade teórica e ao academicismo elitista ecoou entre os militantes, encorajando a ação direta e a organização dos trabalhadores em busca da libertação da opressão capitalista.

Antidogmatismo 

O antidogmatismo é uma postura que se opõe ao dogmatismo, ou seja, à adoção acrítica de doutrinas ou ideias sem questionamento ou reflexão crítica. No contexto do marxismo, o antidogmatismo surge como uma resposta à tendência de transformar o marxismo em uma doutrina rígida e imutável, sem espaço para assimilação de outras formas de saber ou da ampliação de seu universo conceitual à luz das transformações da realidade concreta.

Uma das críticas centrais ao dogmatismo é que ele tende a congelar o pensamento em um determinado momento histórico, petrificando o seu alcance de análise e sua eficácia nos processos sociais da luta de classes. Por esse ângulo, o pensamento antidogmático reconhece a necessidade de uma análise crítica constante da realidade social e das contradições presentes nela. Isso implica, invariavelmente, em certa atitude autocrítica, na revisão de pressupostos e na reavaliação das estratégias políticas; mas também, caso seja necessário, uma postura anticrítica, reafirmando um posicionamento anterior (tal como Korsch o fez em relação aos críticos de seu livro Marxismo e Filosofia). 

Ao adotar uma postura antidogmática, os marxistas reconhecem a importância da análise concreta da realidade, das transformações sociais e das contradições de classe. Buscam compreender a historicidade do marxismo e suas possibilidades de transformação, sem cair em simplificações ou reducionismos que comprometam sua eficácia revolucionária. O antidogmatismo no marxismo, então, é uma abordagem teórica e política que enfatiza a necessidade de uma constante atualização já que o capitalismo se transforma e se complexifica – apesar de resguardar a sua essência. Promove a flexibilidade, a abertura para crítica construtiva e assimilação, visando manter a vitalidade e a relevância do marxismo como ferramenta revolucionária de transformação social, sem perder de vista a perspectiva do proletariado.

Korsch, nessa perspectiva, pode ser considerado um marxista antidogmático. É assim que tanto Viana (2012) quanto Gerlach (1965) o caracterizam em textos que discutem essa questão. Em verdade é o próprio Korsch que autodenomina o marxismo professado por ele, como antidogmático e “não dogmático”. Em dois momentos de sua obra, com diferenças temporais significativas, podemos visualizar o cuidado de Korsch em explicitar o caráter não dogmático e antidogmático de sua obra. O primeiro deles é a sua Anticrítica, escrita em 1931. Nela, uma das manifestações do caráter antidogmático do pensamento de Korsch é a sua crítica desapiedada à qualquer petrificação do marxismo. É o que ele efetivou, desde meados da década de 1920, criticando inicialmente o reformismo socialdemocrata (II Internacional) e posteriormente o marxismo-leninismo (III Internacional).

Em sua crítica à II e III Internacional, Korsch destacou a necessidade de uma abordagem antidogmática e aberta à teoria e à prática revolucionária. Ele acreditava que o marxismo deveria ser uma força viva, capaz de se adaptar às condições em constante mudança e de responder às novas formas de opressão e exploração. Korsch rejeitou o dogmatismo ideológico e a rigidez política, defendendo uma constante revisão crítica das ideias e estratégias revolucionárias, mas sempre conservando o caráter crítico-revolucionário do marxismo.

Em seu texto Uma Abordagem não Dogmática do Marxismo, de 1946, Korsch (2013) traz à tona a experiência do círculo de estudos que encabeçava no início da década de 1930 na Alemanha, que logo foi desarticulado com a ascensão de Hitler ao poder. A ideia do círculo era uma experiência de distensão e “desdogmatização” de certas partes da teoria marxista, reabilitando seu caráter crítico e militante. Korsch, ao relembrar as reflexões do grupo, evidencia que não é o estudo da dialética, por si só, que transforma seus leitores em revolucionários. Desse princípio, o nosso autor chega ao primeiro resultado “não dogmático” do marxismo:5

[…] um homem não se torna um revolucionário pelo estudo da dialética mas, pelo contrário, a mudança revolucionária na sociedade humana afeta, entre outras coisas, a forma como as pessoas de um determinado período tendem a produzir e a intercambiar seus pensamentos. A dialética materialista, portanto, é a investigação histórica da maneira pela qual, em um dado período revolucionário e durante as diferentes fases desse período, determinadas classes sociais, grupos, indivíduos formam e aceitam novas palavras e ideias (KORSCH, 2013, p. 277).

Um dos elementos vitais do caráter antidogmático do pensamento de Korsch, ao colocar que o marxismo não se resume simplesmente à obra de Marx, é compreender que a realidade não se limita a leituras dogmáticas e citações do autor. A diferença está em reconhecer que não basta apenas ler e citar Marx; é necessário compreender seus escritos e sua ligação com a luta revolucionária do proletariado, assim como compreender a luta de classes, a fim de avançar o pensamento marxista.

Assim, a proposta de um marxismo não dogmático resgata a noção de historicidade e totalidade, reintegrando essa concepção em uma perspectiva mais abrangente (VIANA, 2012). Ao aplicar a análise marxista ao próprio marxismo, Korsch buscou desmistificar as ideologias e todas as formas de consciência, ao compreendê-las como produtos sociais e históricos. Essa visão mais ampla permite uma análise crítica de ideias e concepções, reconhecendo sua relação intrínseca com o contexto histórico e social em que surgem. Daí o vínculo entre dogmatismo e o reformismo, pois só petrificando o marxismo é possível inseri-lo numa abordagem reformista e não revolucionária.

Já Gerlach (1965), adjetivou o marxismo desenvolvido por Korsch como antidogmático pois propôs uma reavaliação radical das correntes dominantes dentro do movimento operário. Ele buscava revitalizar o marxismo, trazendo-o de volta às suas raízes revolucionárias e fortalecendo sua relevância na luta contra a exploração capitalista. Nesse sentido, a crítica de Korsch refletia sua convicção de que o movimento dos trabalhadores deveria romper com a complacência e o reformismo, abraçando a transformação radical da sociedade em direção ao socialismo. A melhor maneira de efetuar essa crítica era, evidentemente, aplicar o materialismo histórico a si mesmo, o que possibilitava revisar e desenvolver a teoria marxista por meio de sua aplicação prática.

Além disso, em nome do antidogmatismo, Korsch fez críticas, inclusive a Marx, no final de sua vida, questionando alguns aspectos específicos de sua teoria da revolução. Essa postura antidogmática de Korsch reflete sua busca por uma compreensão crítica e dinâmica do marxismo, em vez de aderir cegamente a um conjunto fixo de ideias ou dogmas. Ele procurou, afinal, examinar e analisar continuamente as teorias e conceitos marxistas à luz das condições em constante mudança da sociedade.

***

O pensamento de Korsch se apresenta, hoje, apesar de suas limitações e problemas, como um oportuno recomeço à teoria marxista. Se algumas das proposições colocadas por Korsch caducaram ou se mostraram equivocadas, o princípio norteador de sua obra, o fio-condutor que o impeliu a uma apaixonada defesa do caráter crítico-revolucionário do marxismo, permanece vivo e importante. Para finalizar, tomamos emprestado a analogia feita por Michel Löwy (1997) ao tratar e avaliar o caráter crítico da obra de Marx.

A obra de Korsch tem sido descrita, por alguns de seus intérpretes, como um edifício, com uma arquitetura imponente, cujas estruturas se conectam harmoniosamente, desde os alicerces até o telhado. No entanto, não seria mais apropriado e oportuno considerá-la como um canteiro de obras em constante progresso, sobre o qual gerações de críticos marxistas continuam a trabalhar?


Notas
1 A tão esperada insurreição foi frustrada e a invasão de Turíngia aconteceu não pelos nazistas, mas pelo próprio Exército Alemão sob ordens do Governo Federal de Berlim, que alegava que a ordem e a lei foram quebradas na região e os comunistas se apoderaram ilegalmente do governo regional. Os membros do governo regional de Turíngia passaram para a clandestinidade e se aglutinam em Leipizig, região próxima de Jena. Alguns deles são presos, inclusive Korsch; porém, quatro meses depois após a invasão e a instauração da ordem em Turíngia houve a anistia e Korsch foi libertado.
2  Korsch (2001), em sua juventude, como atestam suas cartas, participou ativamente dos seminários, em Jena, ministrado pelo último  assistente de Dilthey, Herman Nohl.
3 “Designamos pelo termo marxismo historicista uma corrente metodológica no seio do pensamento marxista que se distingue pela importância central atribuída à historicidade (dialeticamente concebida) dos fatos sociais e pela disposição em aplicar o materialismo histórico a si mesma. Ela se caracteriza também pela incorporação de certos temas do historicismo ‘clássico’ no quadro de sua teoria do conhecimento – não de forma eclética mas por uma apropriação crítica que nega/conserva/supera (Aufhebung) estes temas, no seio de uma visão de mundo marxista (LÖWY, 1994, p. 153).
4 Tal como podemos constatar, na seguinte citação, em que Korsch afirma como a especificidade histórica, no confronto político, torna-se uma arma revolucionária ligada à perspectiva do proletariado: “A par da sua importância teórica para a investigação sócio-econômico, o princípio da especificidade histórica reveste-se ainda de um outro mérito não menos importante. Este princípio reforça a posição do agressor no quadro de um confronto político entre uma tendência apologética, ou seja, uma tendência que defende a ordem existente, e uma tendência crítica da sociedade, isto é, uma tendência de pendor revolucionário” (KORSCH, 2018, p. 43).
5 Essa discussão sobre o caráter não dogmático dos princípios da dialética marxista também é desenvolvido na Introdução da edição de O capital, editada por Korsch (1972a) nos anos 1930: “[Marx] não pretendia nem remotamente transformar o seu novo princípio em uma teoria filosófica geral da história que seria imposta do exterior sobre o padrão atual dos acontecimentos históricos. O mesmo pode ser dito da concepção da história de Marx, como ele mesmo disse de sua teoria do valor, que não pretendia ser um princípio dogmático, mas apenas uma abordagem original e mais útil do mundo real, sensível, prático que se apresenta diante do sujeito ativo e reflexivo.”

Referências bibliográficas
ALTHUSSER, L. O marxismo não é um historicismo. In: ALTHUSSER, L.; BALIBAR, É.; ESTABLET, R.; MACHEREY, P.; RANCIÈRE, J. Para leer el capital. Mexico: Siglo Veintiuno Editores, 1969.
ELLIOT, Elizabeth Marie. Sociology or a Marxist social science: an analysis of the work of Karl Korsch. 1979. Tese de Doutorado.
GERLACH, Erich. Karl Korsch’s Undogmatic Marxism’. International Socialism, n. 2, 1965.
IGGERS, Georg G. Historicism: the history and meaning of the term. Journal of the History of Ideas, v. 56, n. 1, p. 129-152, 1995.
JAMESON, Fredric. Marxism and historicism. New Literary History, v. 11, n. 1, p. 41-73, 1979.
KELLNER, Douglas. Korsch’s Revolutionary Historicism. Telos, v. 1975, n. 26, p. 70-93, 1975.
KORSCH, Karl. A non-dogmatic approach to Marxism. In: KORSCH, Karl. Karl Korsch: Revolutionary Theory. University of Texas Press, 2013.
KORSCH, Karl. Gesamtausgabe. Band 9. Amsterdam: Stichting beheer IISG, 2001.
KORSCH, Karl. Karl Marx. Barcelona: Ariel, 1981.
KORSCH, Karl. Marxismo e filosofia. Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 2008.
KORSCH, Karl. Why I am a Marxist. In: KORSCH, Karl. Three essays on Marxism. NYU Press, 1972b.
LÖWY, Michael. Por um marxismo crítico. Lutas sociais, n. 3, p. 21-30, 1997.
LÖWY, Michael. As aventuras de Karl Marx contra o Barão de Munchhausen. São Paulo: Cortez, 1994
MARX, Karl. Crítica da filosofia do direito de Hegel. Boitempo, 2015.
NEGT, Oskar. Theory, Empiricism and Class Struggle: On the Problem of Constitution in Karl Korsch. Telos, v. 1975, n. 26, p. 120-142, 1975.
VIANA, Nildo. Karl Korsch e a Concepção Materialista da História. Florianópolis: Bookess, 2012.
XENOS, Nick. Introduction to Korsch. Telos: Critical Theory of the Contemporary, v. 26, 1975.



***
Gabriel Teles é professor de Sociologia do Instituto Federal de Goiás, finalizou sua tese de doutorado intitulada Karl Korsch e a reconstituição do marxismo crítico-revolucionário em Sociologia pela USP.

 

No centenário do livro de História e Consciência de Classe, de Gyorgy Lukács : Marxists Internet Archive https://www.marxists.org › lukacs › livros György Lukács e os problemas do marxismo do século 20 / Guido. Oldrini. - i

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05/10/2023 — Colóquio
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domingo, 12 de novembro de 2023

Esperança não é esperar

 


Greg Godels

Onde quer que estejamos subjetivamente, objetivamente, a necessidade de iniciar uma transição para o comunismo é colocada por essa crise existencial. Não há outra saída para a humanidade que não seja esta. Qualquer coisa que nos distraia disso, qualquer tipo de fantasia de que algum tipo de mundo multipolar será melhor de alguma forma, deve ser dissipada porque não temos mais tempo a perder.

 

 

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Desde o fim da Guerra Fria, mudanças importantes e profundas nas relações entre os Estados capitalistas, juntamente com mudanças igualmente acentuadas no conteúdo dessas relações, têm seduzido intelectuais e académicos de esquerda a abraçar aqueles países cujos governos se chocam – por razões inconfessadas – com as exigências políticas ou económicas dos EUA e seus aliados. Eles começaram a ver acriticamente esses países como companheiros de luta por justiça social, por exemplo, como anti-imperialistas. Mesmo rivais  por esferas de interesse que começavam a aparecer eram vistos como anti-imperialistas se se opusessem à hegemonia dos EUA. Dito de uma forma crua, eles apresentam como seu amigo o inimigo do seu inimigo – os EUA e o "Ocidente".

 

Por que razão tantas pessoas na esquerda subscreveram esta falácia?

 

Devemos começar pela natureza do imperialismo na Guerra Fria.

A Guerra Fria sustentou alinhamentos únicos, embora historicamente vinculados. O mundo estava dividido entre os países de orientação socialista liderados por partidos comunistas ou operários, as principais potências capitalistas e as suas neocolónias, e os países não alinhados que se recusavam a participar na cruzada anticomunista organizada pelas potências capitalistas. Tal ordem claramente definida, com um conflito igualmente claramente definido entre o líder do campo socialista, a URSS, e o líder do campo capitalista, os EUA, levou muitos a acreditar que a era do imperialismo clássico, a era das rivalidades interimperialistas, tinha acabado.

 

Estavam errados.

 

O fim da URSS e a emergência e intensificação de inúmeras crises capitalistas – políticas, sociais, ecológicas e, principalmente, económicas – criaram poderosas forças centrífugas que desmontaram o campo capitalista e dissolveram a sua unidade. Além disso, as mudanças globais – a mobilidade do capital, o pronto casamento entre capital e trabalho em novas regiões e países, o transporte barato e eficaz, o surgimento de novas tecnologias, novas categorias de mercadorias e a mercantilização de bens públicos, comuns e de livre acesso, – geraram novos concorrentes e intensificaram a concorrência.

 

As crises e a concorrência são o solo fértil das rivalidades capitalistas e dos conflitos estatais.

 

O mundo que emergiu depois de 1991 tinha mais em comum com o mundo que Lenine conhecia antes da Primeira Guerra Mundial do que com a época da Guerra Fria e o seu choque de sistemas sociais e os seus blocos. Assim como os capitalistas do século XIX se esforçaram para estabelecer as regras para esculpir pacificamente o mundo e estabelecer o livre comércio por meio da Conferência de Berlim de 1884-1885, os aliados capitalistas do pós-Guerra Fria buscaram regras, alianças, acordos comerciais e a eliminação de barreiras ao movimento de capitais, à troca de mercadorias e à exploração do trabalho globalmente. Ambos os períodos foram amplamente anunciados como triunfantes para o capitalismo e a sua inevitável extensão a todos os cantos do globo.

 

Mas, como as grandes potências do século XIX passaram a perceber, o desenvolvimento desigual, o aparecimento de novos rivais e a concorrência implacável interromperam a promessa de paz e harmonia. Depois de um promissor interlúdio de paz relativa – o primeiro período de modesta harmonia ocidental desde as guerras napoleónicas – a nova ordem do século XIX começou a desfazer-se com instabilidade económica, conflitos, aumento da militarização, resistência colonial e guerras nacionalistas.

 

Da mesma forma, as potências capitalistas pós-Guerra Fria desfrutaram de um interlúdio de comércio mundial em rápida expansão – a chamada "globalização" – e da orientação regulatória de poderosas instituições internacionais. Essa harmonia também se mostrou ilusória,  foi quebrada por uma série de crises económicas e guerras regionais na viragem do século XXI. A chamada crise das “ponto com” [.com] marcou como cumprida uma década de arroubo capitalista e a ideologia do “não-há-alternativa”. Abalada novamente por uma "pequena" depressão global, uma crise da dívida europeia, uma falsa recuperação alimentada pela dívida, um desastre de saúde pública global e, agora, um período prolongado de estagnação e inflação, a prometida concórdia do domínio capitalista foi quebrada nos bancos de areia de guerras constantes, instabilidade social e política e disfunção económica.

 

Este é o mundo capitalista de hoje – não tão diferente do mundo capitalista nas vésperas de 1914.

 

Os pensadores mais perspicazes da viragem do século passado viam o fim da estabilidade e da aparente harmonia do capitalismo oitocentista como uma oportunidade. Lenine e outros perceberam o início de uma nova era propícia para mudanças revolucionárias.  Previam uma fase do capitalismo trazendo guerra, miséria e sofrimento para as massas na Europa e além dela. Para esses visionários, a única saída do desespero inevitavelmente forjado pelo domínio das finanças e do monopólio organizado num sistema global de imperialismo era a revolução e o socialismo. A trágica Primeira Guerra Mundial provou que eles estavam certos.

 

Hoje, sem uma visão para resgatar os trabalhadores – aqueles que sentem o peso das crises em expansão do capitalismo, as guerras mais frequentes, a deslocação de pessoas e falência de soluções – o campo da política é deixado para os oportunistas de direita, os falsos-populistas, os demagogos, os vendedores ambulantes de nostalgia e outros charlatães de direita e de esquerda como se fossem alienígenas a cair do céu, em vez do produto natural de um programa revolucionário.

 

De forma mais ampla, mesmo governos "liberais" estão a voltar-se para o nacionalismo, barreiras comerciais, tarifas e sanções - a postura tradicional da direita. Em grande parte  a esquerda não reparou em que o governo Biden, por exemplo, continuou a maioria dos regimes comerciais e de sanções, e até mesmo as políticas de imigração, do governo Trump.

 

À medida que o capitalismo se recupera atrás de interesses pessoais estreitos, concorrência feroz e implacável e conflito entre Estados, a grande maioria da esquerda euro-americana continua a circular em torno de um liberalismo e social-democracia cada vez mais desacreditados. Sem resposta para um mundo de rivalidades cada vez maiores entre Estados-nação e tensões globais, muita gente na esquerda está presa a uma estratégia defensiva que promete mais do mesmo ou um retorno a uma imaginada "era dourada": antes de Trump e do populismo de direita, ou antes de Reagan, Thatcher e o fundamentalismo de mercado. Não conseguindo localizar a decadência do capitalismo no próprio capitalismo, essa esquerda promete administrar o capitalismo para obter melhores resultados – uma ilusão centenária.

 

Igualmente delirante é a noção – popular entre uma parte considerável da esquerda – de que um bloco ou ordem emergente constitui a base de um poderoso movimento contra o imperialismo quando esse bloco é composto por Estados dominados pelo capitalismo ou Estados com um grande setor económico capitalista. Se Lenine tem razão – e temos razões esmagadoras para acreditar que a tem – o capitalismo está no cerne do sistema de rivalidade imperialista. Como podem os Estados dependentes do capitalismo colaborar, deixando de lado os  seus próprios interesses,  na criação de um mundo sem concorrência, atritos, conflito e guerra entre si,  eles próprios compostos por capitais concorrentes? O capitalismo não é a essência do imperialismo, e a rivalidade, o conflito e a guerra o resultado inevitável? Houve uma contratendência desde que Lenine escreveu o Imperialismo em 1916?

 

A partir de treze anos atrás, com a fundação de um grupo modestamente alternativo de cinco Estados poderosos impedidos de aceder ao clube superior e exclusivo dos Estados capitalistas, o alinhamento dos BRICS tornou-se uma causa para alguma gente de esquerda. Baseados mais na fé cega do que em qualquer coisa prometida pelos membros do BRICS – Brasil, Rússia, Índia, China e África do Sul –,  essas pessoas, no entanto, ergueram uma construção ideológica chamada "multipolaridade".

 

Quando as perspetivas políticas radicais parecem sombrias, quando a perspetiva do socialismo parece remota, muita gente à esquerda volta-se para o tabuleiro de xadrez global, fingindo que algumas peças de xadrez representam a mudança social que almejam no seu próprio quintal. Frustrados com o longo e difícil caminho de conquistar as massas no seu próprio país para um programa ao serviço dos trabalhadores, a “esquerda” nos EUA e na UE investe indiretamente nas ações de outros governos que, por várias razões, se opõem aos governos dos EUA e da UE.

 

Esta identificação substituta não deve ser confundida irrefletidamente com solidariedade ou internacionalismo. Tanto a solidariedade como o internacionalismo emergem com simpatia por outros povos e os seus interesses ou com seus governos apenas quando esses governos estão a servir ao povo. A solidariedade com Cuba, por exemplo, baseia-se na resistência de longa data do povo de Cuba às exigências, coerção e agressão dos EUA e seus aliados. Uma vez que o governo de Cuba organiza e apoia essa resistência, ele também merece a nossa solidariedade.

 

O zelo pela multipolaridade nasce de um facto e de uma esperança. É facto que o governo dos EUA pode ter perdido parte da sua capacidade de impor a sua vontade ao resto do mundo e que as potências globais se levantaram para desafiar a dominação dos EUA. Isso explica parte do crescente conflito e caos nas relações internacionais.

 

Mas os fanáticos da multipolaridade interpretam isso como um retrocesso ao sistema do imperialismo quando é, na melhor das hipóteses, um revés para o imperialismo norte-americano. A falácia está em assumir que os desafiantes capitalistas são de alguma forma benignos e que eles, magicamente, restringirão os seus interesses para estabelecer a harmonia e a paz globais. Não há base histórica ou no curso dos acontecimentos  contemporâneos para essa suposição, além da mera esperança.

 

Certamente, trata-se de uma leitura radical equivocada da história recente e dos acontecimentos de hoje. Nas últimas semanas, as relações entre os governos do Canadá e da Índia chegaram a um ponto de ebulição, o conflito entre Arménia e Azerbaijão eclodiu novamente, e dois governos reacionários, a Polónia e a Ucrânia, entraram em conflito sobre a questão dos cereais.

 

Tudo aconteceu sem  o patrocínio do governo dos EUA. O governo da Venezuela - um forte defensor da ideologia da multipolaridade - está num amargo conflito com a Guiana sobre 160.000 quilómetros quadrados de território rico em petróleo, rejeitando um "referendo consultivo" proposto pelo governo da Guiana.

 

A presença dos ícones da multipolaridade dentro dos BRICS dificilmente garante que derrubar a hegemonia dos EUA desativará o sistema imperialista: os membros Índia e RPC mantêm relações purulentas que irrompem em guerra aberta de tempos em tempos. O Brasil sob Bolsonaro era abertamente hostil e conflituoso com todos os países mais progressistas da América Central e do Sul (o que nos lembra que a base do o imperialismo se encontra entre governos e sistemas socioeconómicos e não simplesmente países), e a Rússia está a disputar acaloradamente com a França os recursos valiosos na África Central.

 

E os novos membros do BRICS carregam uma bagagem ainda mais contraditória. Egito e Etiópia têm uma disputa hídrica de longa data que não será resolvida pelos BRICS. Irão e Arábia Saudita têm uma disputa existencial travada por procuração, designadamente no Iémen. Os sauditas estão dispostos a reconhecer Israel para adquirir tecnologia nuclear à altura do Irão, uma ação pouco sugestiva de paz e prosperidade.

 

Há um interesse comum progressista, anticapitalista ou anti-imperialista unindo essa formação? Ou estão unidos apenas por conveniência neste ou em qualquer outro bloco que os tenha? A Índia de Modi, por exemplo, aceita a adesão a quase todas as formações internacionais – de orientação ocidental ou não.

 

É um pensamento mágico acreditar que, sem a mão pesada do império norte-americano, a predação e o conflito imperialistas desaparecerão. Lenine zombou da noção de Kautsky de que a harmonia multipolar (ultra-imperialismo) viria a seguir à Primeira Guerra Mundial, e os eventos provaram que ele estava certo.

 

Além disso, o idealismo investido na multipolaridade e nos BRICS ficou muito aquém do que pensavam os que se reclamam de esquerda contemporâneos, como  mostraram Patrick Bond e outros (apesar do seu uso do conceito inútil de "subimperialismo"). Os BRICS estabelecem uma fasquia muito baixa no reordenamento das relações globais, contrariando os desejos de muitos na esquerda.

 

Ativistas em Joanesburgo, durante a mais recente reunião do BRICS, organizaram um evento “BRICS a partir das bases”. Embora tenha organizada pela Fundação social-democrata de centro-esquerda Rosa Luxemburgo, o coordenador sul-africano fez uma observação perspicaz:

 

Trevor Ngwane, disse: "Os BRICS querem alavancagem. Em vez de dizer: 'Somos capitalistas a lutar para sermos capitalistas maiores', eles querem ficar fortes, começam a fingir que, se ficarem fortes, a vida vai melhorar para a classe trabalhadora. Sabemos que haverá uma pergunta:   significa isto que se está a favorecer a América?

 

"Durante a luta, havia um partido que costumava dizer: 'Nem Washington nem Moscovo', então não devemos ser influenciados e convencidos a escolher entre estes dois. Temos de encontrar o nosso próprio caminho como socialistas para o socialismo.

 

"O problema dos projetos do BRICS é que é tudo de cima para baixo. É algo organizado pelos governos."

 

Sim, os BRICS são organizados por governos, governos capitalistas na sua maioria, como Trevor Ngwane está bem ciente.

 

Mas, mais importante, ele questiona como os BRICS (e,  implicitamente, a multipolaridade) estão de alguma forma relacionados com o objetivo do socialismo. É o socialismo que falta nos BRICS e na discussão da multipolaridade. Um programa oferecido aos trabalhadores que apenas baralha as cartas das potências capitalistas não é resposta alguma.

 

Numa discussão recente sobre os BRICS e o Fórum Económico do Leste entre os três principais expoentes da multipolaridade, não há uma única palavra sobre socialismo. Fala-se de desenvolvimento, de startups, de parcerias público-privadas, de prioridades estratégicas e de investimentos – até de mísseis hipersónicos russos – mas nem uma palavra sobre socialismo.

 

Um interveniente na discussão afirma capturar os BRICS com este sofisma: "Então, estamos a lidar realmente não apenas com uma divisão geográfica, mas com uma divisão de estruturas económicas, uma economia mista público-privada, não como a parceria público-privada ocidental, em que se socializa as perdas e privatiza os lucros, mas algo em que o objetivo não é realmente obter lucro, mas fazer a economia crescer como um todo". Capitalismo com rosto humano?

 

Com certeza, há defensores da multipolaridade que acreditam vê-la como um passo em direção ao socialismo. Eles reconhecem no aprofundamento das crises económicas, sociais, políticas e ecológicas que o capitalismo enfrenta, que o socialismo pode ser uma solução. Mas como John Smith tão francamente coloca numa entrevista recente: "Convencer as pessoas de que o socialismo é necessário não é muito difícil. O que é muito mais difícil é convencer as pessoas de que o socialismo é possível."

 

Vivemos numa época em que, em vez de unir a pessoas, organizações ou partidos que defendem, organizam e lutam pelo socialismo, muita gente na nossa esquerda se tornou observadora de um jogo de xadrez entre governos capitalistas, aplaudindo qualquer força que tente diminuir o poder dos EUA. Como isso vai ou não beneficiar as massas exploradas do mundo pouco lhes importa.

 

Smith, autor de uma análise ponderada do imperialismo do século XXI, resume sucintamente o nosso desafio diante das profundas crises do capitalismo:

 

Onde quer que estejamos subjetivamente, objetivamente, a necessidade de iniciar uma transição para o comunismo é colocada por essa crise existencial. Não há outra saída para a humanidade que não seja esta. Qualquer coisa que nos distraia disso, qualquer tipo de fantasia de que algum tipo de mundo multipolar será melhor de alguma forma, deve ser dissipada porque não temos mais tempo a perder.

 

 

Fonte: Multipolarity: False Hope for the Left - MLToday , publicado e acedido em 09.10.2023

 

 

Marx foi um anticolonialista a favor da libertação do povo árabe

Tradução
Sofia Schurig

Quando viveu em Argel, na Argélia, Karl Marx atacou — com indignação — os abusos violentos dos franceses e a arrogância desavergonhada, a presunção e obsessão do Ocidente em se vingar diante de cada ato de rebelião da população árabe na região.

Quando viveu na Argélia, Marx atacou – com indignação – os abusos violentos dos franceses, seus atos provocativos repetidos, sua arrogância desavergonhada, presunção e obsessão em se vingar como Moloch diante de cada ato de rebelião da população árabe local.

“Uma espécie de tortura é aplicada aqui pela polícia, para forçar os árabes a ‘confessar’, assim como os britânicos fazem na Índia”, ele escreveu.

Marx: “O objetivo dos colonialistas é sempre o mesmo: destruir a propriedade coletiva indígena e transformá-la em objeto de compra e venda”.

O que Marx estava fazendo no Magrebe?

No inverno de 1882, durante o último ano de sua vida, Karl Marx teve uma bronquite grave e seu médico recomendou a ele um período de descanso em um lugar quente. Gibraltar foi descartada porque Marx precisaria de um passaporte para entrar no território, e como apátrida, ele não possuía um. O império bismarckiano estava coberto de neve e, de qualquer forma, ainda estava proibido para ele, enquanto a Itália estava fora de cogitação, uma vez que, como Friedrich Engels colocou, ‘a primeira condição quando se trata de convalescentes é que não haja assédio policial’.

Paul Lafargue, genro de Marx, e Engels convenceram o paciente a ir para Argel, que na época desfrutava de boa reputação entre os ingleses para escapar das rigores do inverno. Como lembrou mais tarde Eleanor Marx, filha de Marx, o que impulsionou Marx a fazer essa viagem incomum foi sua prioridade número um: concluir O Capital. Ele atravessou a Inglaterra e a França de trem e depois o Mediterrâneo de barco.

Ele viveu em Argel por 72 dias e essa foi a única vez em sua vida em que ele passou fora da Europa. À medida que os dias passavam, a saúde de Marx não melhorava. Seu sofrimento não era apenas físico. Ele se sentia muito solitário após a morte de sua esposa e escreveu a Engels que estava sentindo “ataques profundos de melancolia profunda, como o grande Dom Quixote”. Marx também sentia falta — devido a sua condição de saúde — de atividade intelectual séria, sempre essencial para ele.

Efeitos da introdução da propriedade privada pelos colonizadores franceses

A progressão de inúmeros eventos desfavoráveis não permitiu a Marx chegar ao fundo da realidade argelina, nem foi realmente possível para ele estudar as características da propriedade comum entre os árabes — um tópico que o interessava muito alguns anos antes. Em 1879, Marx copiou, em um de seus cadernos de estudo, trechos do livro do sociólogo russo Maksim Kovalevsky, Propriedade Comunal: Causas, Curso e Consequências de sua Declínio. Eles eram dedicados à importância da propriedade comum na Argélia antes da chegada dos colonizadores franceses, bem como às mudanças que eles introduziram. De Kovalevsky, Marx copiou: “A formação da propriedade privada da terra — aos olhos dos burgueses franceses – é uma condição necessária para todo progresso na esfera política e social. A manutenção contínua da propriedade comum, ‘como uma forma que apoia tendências comunistas nas mentes, é perigosa tanto para a colônia quanto para a pátria’. Ele também foi atraído pelos seguintes comentários: ‘a transferência da propriedade da terra das mãos dos nativos para as dos colonos foi perseguida pelos franceses sob todos os regimes. (…) O objetivo é sempre o mesmo: destruição da propriedade coletiva indígena e sua transformação em objeto de compra e venda livre, e por meio disso, a passagem final facilitada para as mãos dos colonos franceses”.

Quanto à legislação sobre a Argélia proposta pelo republicano de esquerda Jules Warnier e aprovada em 1873, Marx endossou a afirmação de Kovalevsky de que seu único propósito era a “expropriação do solo da população nativa pelos colonos europeus e especuladores”. A audácia dos franceses chegou ao ponto de “roubo direto”, ou conversão em “propriedade do governo” de todas as terras não cultivadas que permaneciam em comum para uso dos nativos. Esse processo foi projetado para produzir outro resultado importante: a eliminação do perigo de resistência pela população local. Novamente, através das palavras de Kovalevsky, Marx observou: “a base da propriedade privada e o estabelecimento de colonos europeus entre os clãs árabes se tornariam o meio mais poderoso para acelerar o processo de dissolução das uniões de clãs. (…) A expropriação dos árabes pretendida pela lei tinha dois objetivos: 1) fornecer aos franceses o máximo de terra possível; e 2) arrancar os árabes de seus laços naturais com a terra para quebrar a última força das uniões de clãs que estavam sendo dissolvidas, e assim qualquer perigo de rebelião”.

Marx comentou que esse tipo de individualização da propriedade da terra não apenas assegurou enormes benefícios econômicos para os invasores, mas também alcançou um “objetivo político: destruir a base dessa sociedade”.

Reflexões sobre o mundo árabe

Em fevereiro de 1882, quando Marx estava em Argel, um artigo no jornal local The News documentou as injustiças do sistema recém-criado. Teoricamente, qualquer cidadão francês na época poderia adquirir uma concessão de mais de 100 hectares de terra argelina, sem sequer sair de seu país, e então poderia revendê-la a um nativo por 40.000 francos. Em média, os colons vendiam cada pedaço de terra que compraram por 20 – 30 francos pelo preço de 300 francos.

Devido à sua saúde debilitada, Marx não pôde estudar esse assunto. No entanto, nas dezesseis cartas escritas por Marx

que sobreviveram (ele escreveu mais, mas foram perdidas), ele fez várias observações interessantes do sul do Mediterrâneo. As que se destacam são aquelas que lidam com as relações sociais entre os muçulmanos. Marx foi profundamente impressionado por algumas características da sociedade árabe. Para um “verdadeiro muçulmano”, ele comentou: “tais acidentes, bons ou maus, não distinguem os filhos de Maomé. A igualdade absoluta em sua interação social não é afetada. Pelo contrário, só quando corrompidos, eles se dão conta disso. Seus políticos consideram com razão esse mesmo sentimento e prática de igualdade absoluta como importante. No entanto, eles irão à ruína sem um movimento revolucionário”.

Em suas cartas, Marx atacou com desprezo os abusos violentos dos europeus e suas constantes provocações, e, não menos importante, sua “arrogância descarada e presunçosa em relação às ‘raças inferiores’, e sua obsessão sombria, como Moloch, com relação a qualquer ato de rebelião. Ele também enfatizou que, na história comparativa da ocupação colonial, “os britânicos e holandeses superam os franceses”. Em Argel em si, ele relatou a Engels que o juiz progressista Fermé, que ele encontrava regularmente, tinha visto, ao longo de sua carreira, “uma forma de tortura (…) para extrair ‘confissões’ dos árabes, naturalmente realizada (como os ingleses na Índia) pela polícia”. Ele tinha relatado a Marx que “quando, por exemplo, um assassinato é cometido por uma gangue árabe, geralmente com roubo em vista, e os criminosos reais são devidamente apreendidos, julgados e executados ao longo do tempo, isso não é considerado como expiação suficiente pela família colonista prejudicada. Eles exigem, além disso, a ‘detenção’ de pelo menos meia dúzia de árabes inocentes. (…) Quando um colono europeu mora entre aqueles que são considerados as ‘raças inferiores’, seja como colonizador ou apenas a negócios, geralmente se considera ainda mais inviolável do que o rei”.

Contra a presença colonial britânica no Egito

Da mesma forma, alguns meses depois, Marx não poupou críticas à presença britânica no Egito. A guerra de 1882, liderada por tropas do Reino Unido, encerrou a chamada revolta de Urabi, que havia começado em 1879, e permitiu aos britânicos estabelecer um protetorado no Egito. Marx ficou furioso com as pessoas progressistas que se mostraram incapazes de manter uma posição de classe autônoma, e alertou que era absolutamente necessário para os trabalhadores se oporem às instituições e retórica do estado.

Quando Joseph Cowen, um deputado e presidente do Congresso Cooperativo — considerado por Marx “o melhor dos parlamentares ingleses” — justificou a invasão britânica do Egito, Marx expressou sua total desaprovação.

Acima de tudo, ele censurou o governo britânico: “Muito bem! Na verdade, não poderia haver exemplo mais flagrante de hipocrisia cristã do que a ‘conquista’ do Egito — conquista em meio à paz!” Mas Cowen, em um discurso em 8 de janeiro de 1883 em Newcastle, expressou sua admiração pelo “feito heróico” dos britânicos e pelo “deslumbramento de nosso desfile militar”; ele também “não podia deixar de sorrir com a perspectiva encantadora de todas aquelas posições ofensivas fortificadas entre o Atlântico e o Oceano Índico e, de quebra, um ‘Império Britânico na África’ do Delta ao Cabo”. Era o “estilo inglês”, caracterizado pela “responsabilidade” com o “interesse doméstico”. Na política externa, Marx concluiu, Cowen era um exemplo típico “daqueles pobres burgueses britânicos, que gemem à medida que assumem cada vez mais ‘responsabilidades’ no serviço de sua missão histórica, enquanto protestam em vão contra ela”.

Marx empreendeu investigações aprofundadas das sociedades fora da Europa e expressou claramente sua oposição aos estragos do colonialismo. É um erro sugerir o contrário, apesar do ceticismo instrumental tão na moda nos dias de hoje em certos círculos acadêmicos liberais.

Durante sua vida, Marx observou de perto os principais eventos da política internacional e, como podemos ver em seus escritos e cartas, na década de 1880 ele expressou firme oposição à opressão colonial britânica na Índia e no Egito, bem como ao colonialismo francês na Argélia. Ele estava longe de ser eurocêntrico e obcecado apenas pelo conflito de classes. Marx considerava o estudo de novos conflitos políticos e áreas geográficas periféricas como fundamental para sua crítica contínua do sistema capitalista. O mais importante é que ele sempre tomou o partido dos oprimidos contra os opressores.

Sobre os autores

é professor associado de Teoria Sociológica na Universidade de York (Toronto) e autor de vários livros, incluindo Another Marx: Early Manuscripts to the International (Bloomsbury, 2018).

Viagem à Polónia

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Auschwitz: nele pereceram 4 milhôes de judeus. Depois dos nazis os genocídios continuaram por outras formas.

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Auschwitz, Campo de extermínio. Memória do Mal Absoluto.