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quinta-feira, 28 de março de 2024

 

Quatro anos após a guerra da OTAN na Iugoslávia, o “filósofo” esloveno diria em uma entrevista: “Para o horror de muitos esquerdistas, até eu mostrei algum entendimento sobre o bombardeio da OTAN na antiga Iugoslávia. Perdão, mas esse bombardeio impediu um terrível conflito". Essa é a face real do notório Slavoj Žižek. Ele tem sido exaltado por muitas pessoas de várias maneiras – Terry Eagleton, o crítico literário de esquerda, o chamou de o “mais formidavelmente brilhante” filósofo na Europa.

quarta-feira, 27 de março de 2024

 

Quem disse alguma vez que há deuses lá nos céus?

Não há, não há, não há. Não deixem que ninguém,

mesmo crente sincero nessas velhas fábulas,

com elas vos engane e vos iluda ainda.

Olhai o que acontece, e dai a quanto digo

a fé que isto merece: eu afirmo que os reis

matam, roubam, saqueiam à traição cidades,

e, assim fazendo, vivem muito mais felizes

que quantos dia a dia pios são e justos.

Quantas nações pequenas, bem fiéis aos deuses,

sujeitas são dos ímpios com poder e força,

vencidas por exércitos que as escravizam.

E vós, se em vez de trabalhar rezais aos deuses,

e deixais de lutar para ganhar a vida,

aprendereis que os deuses não existem. Que

todas as divindades significam só

a sorte, boa ou má, que temos neste mundo.

 

 

 

Eurípedes

(Grécia, Ática, 480-405 a. C.)

 

Tradução

Jorge de Sena

 

(in «Poesia de 26 Séculos»,

Antologias Universais, Edições ASA, 2002)

terça-feira, 26 de março de 2024

Lembrar o ataque à Sérvia-Jugoslávia e os planos imperiais

 

25.º aniversario del ataque de la OTAN a Yugoslavia: una caja de Pandora que ha acabado en Ucrania

Publicado:

Perpetrado al margen de la ONU y con un férreo control en Occidente sobre su relato mediático, el bombardeo alteró los equilibrios y expuso al mundo a una inestabilidad que aún perdura. La independencia europea y el orden jurídico internacional se quebraron. Y aumentó la desconfianza de Rusia hacia las intenciones de ampliación de la OTAN.


Bombardeo de Belgrado por la OTAN en 1999 – Sputnik Mundo, 1920, 24.03.2024
© Foto : Everett Collection

El 24 de marzo de 1999, sin la aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, fuerzas aéreas y navales de la OTAN lanzaron un ataque con bombas y misiles contra el territorio de la República Federal de Yugoslavia, entonces ya solo compuesta por Serbia y Montenegro.

os ataques se prolongaron por espacio de 78 días, causaron más de 2.500 muertos, incluidos 87 niños, y produjeron un daño estimado en más de 100.000 millones de dólares.

Se arrojaron 9.160 toneladas de explosivos contra las ciudades e infraestructuras del país, civiles en su mayor parte. Unas 15 toneladas de la munición empleada contenían uranio empobrecido, de efectos nocivos para el medio ambiente y la salud humana. Desde entonces, Serbia experimentó un auge de casos de enfermedades oncológicas. Casi 60.000 nuevos pacientes cada año, cifra muy alta para un país de poco más de siete millones de habitantes, sin contar la provincia de Kosovo. Y es el país europeo que presenta mayor porcentaje de muertes provocadas por cáncer.

En los tres meses que duró la agresión, los aviones de la alianza atlántica y los misiles lanzados desde sus buques en el mar Adriático atacaron depósitos de agua y combustible, puentes, fábricas de automóviles y electrodomésticos, trenes de pasajeros, plantas químicas y refinerías de petróleo, la embajada de la República Popular China en Belgrado, edificios de apartamentos, colegios, un rascacielos, aeródromos, hospitales y centros de maternidad, la sede del Ministerio de Defensa, el edificio de la Radio y Televisión de Yugoslavia e incluso columnas de refugiados albaneses. Las bajas en personal y material del Ejército Federal Yugoslavo, oculto y disperso en los bosques, fueron muy reducidas.

La llamada matanza de Racak, donde a juicio del jefe de la misión de la OSCE en la región, el estadounidense William Walker, 45 campesinos albanokosovares habían sido asesinados por fuerzas policiales serbias, fue el detonante que activó la Conferencia de Rambouillet, celebrada durante enero y febrero de 1999 en el castillo homónimo al suroeste de París, donde so pretexto de evitar una supuesta limpieza étnica en ciernes en la provincia de Kosovo y Metohija, la OTAN planteó unas condiciones leoninas que el Gobierno yugoslavo no podía aceptar, como la pérdida de soberanía y la presencia en el territorio de 30.000 militares de la alianza atlántica.

Los exámenes de dos comisiones forenses, una bielorrusa y otra finlandesa, no pudieron concluir que los cuerpos hallados en Racak hubieran sido masacrados a quemarropa y que la totalidad de los cadáveres fueran de civiles albaneses. Se sospechó que muchos fueran en realidad de militantes del grupo terrorista albanokosovar UCK caídos en combate. El incidente de Racak dio pie a la OTAN para plantear que las autoridades yugoslavas habían diseñado un plan para acometer una limpieza étnica, cuya existencia también se cuestionó.

A pesar de todas las dudas razonables frente a las acusaciones y pese a la disposición del Gobierno yugoslavo en el último momento de negociar la entrada de tropas de la OTAN en su territorio, el secretario general de la alianza atlántica, el español Javier Solana, instruyó el 23 de marzo al general estadounidense Wesley Clark para que cursara la orden de atacar a Yugoslavia al día siguiente.

El papel de los medios

Se suele admitir que el ataque de la OTAN contra Yugoslavia puso fin al último capítulo de las guerras que asolaron los Balcanes desde principios de los años noventa. Las tensiones separatistas en Kosovo se intensificaron tras la decisión de la facción más radical del separatismo albanés de emprender la lucha armada: el Ejército de Liberación de Kosovo (UCK).

Para cuando llegó ese momento, el presidente serbio, Slobodan Milosevic, ya estaba completamente demonizado por los medios de comunicación de Occidente. Así lo estima el periodista y autor Pascual Serrano, que en su ensayo Medios violentos escribe que durante la crisis de Kosovo, esos medios se posicionaron a favor del UCK “con el objetivo de embestir contra Milosevic, a pesar de que hasta entonces esa organización había sido catalogada como organización terrorista por el propio Departamento de Estado norteamericano”.

Así que, a ojos de la opinión pública española y occidental, cuando las bombas empezaron a caer sobre Yugoslavia, caían sobre un personaje maléfico y sobre los malévolos serbios, que buscaban perpetrar una limpieza étnica en Kosovo, aunque al final fueron ellos los expulsados. Las crónicas de los medios de comunicación asumían sin cuestionamiento ninguno los partes de guerra que distribuía Jamie Shea, el entonces portavoz y jefe de Prensa de la OTAN, que aseguraba que solo se atacaban objetivos militares y con armamento inteligente.

“Los partes informativos replicaban la verdad de la OTAN: los muertos kosovares siempre eran una masacre étnica de civiles, mientras que los civiles serbios muertos nunca existían. Las viudas y huérfanos entrevistados siempre eran albaneses o bosnios”, recuerda Pascual Serrano, que, en conversación con Sputnik, explica que en España la OTAN tuvo más fácil difundir su mensaje. “Porque su secretario general era español y, para más inri, socialista: Javier Solana”.

“Si la supuesta izquierda española estaba a favor del ataque al gobierno socialista de Yugoslavia, imagina la derecha”, dice Serrano, que afirma que el amplio consenso entre casi todo el espectro político europeo obró que el establishment no cuestionara la destrucción y la matanza, llegándose a calificarlas de “intervención humanitaria”.

“Una diferencia con el panorama mediático actual es que entonces los únicos medios eran occidentales, no había acceso a medios internacionales rusos, latinoamericanos, iraníes, libaneses o chinos, como hay ahora. Es decir, éramos más fáciles de engañar”, asegura Serrano.

Así pasó con el bombardeo el 22 de abril de las instalaciones de la Radio y Televisión de Yugoslavia (JRT), donde murieron 16 trabajadores. La OTAN, en palabras de Jamie Shea, justificó el ataque porque “su labor estaba más allá de la profesionalidad y la ética periodística”. En realidad, desde la JRT se difundían todas las imágenes de los bombardeos, donde se podía ver que los objetivos no eran solo militares y que el armamento no era inteligente.

Algunas asociaciones protestaron, como Periodistas Sin Fronteras o la Federación Internacional de Periodistas. “Pero fue un pequeño ruido de apenas dos días”, lamenta Serrano, que recuerda el “tremendo consenso” entre la derecha y la socialdemocracia en apoyo a los bombardeos. “Los Verdes alemanes, los primeros”, subraya.

¿Un plan con Europa como primer objetivo?

Para perpetrar la agresión de la OTAN a Yugoslavia y la posterior sustracción de una parte de su territorio en aras de una supuesta protección humanitaria se obvió la falta de acuerdo en el Consejo de Seguridad de la ONU, conculcándose el Derecho Internacional. Las consecuencias derivadas se dejan sentir hoy día en un mundo que es resultado del plan subyacente al ataque.

En opinión del diplomático y ensayista nicaragüense Augusto Zamora, la agresión fue en realidad el “primer paso” de un plan que en EEUU gestó un grupo de presión que posteriormente llegó al poder con la presidencia de George W. Bush.

“Preconizaban el New American Century, según el cual el siglo XXI, después de la destrucción de la URSS, debía ser un siglo estadounidense con EEUU como hiperpotencia”, explica a Sputnik. Se quiso redibujar el mundo para acomodarlo a la visión unipolar de EEUU, “una visión mesiánica y que tiene no pocos elementos en común con el sueño de los 1.000 años del III Reich”.

A juicio de Zamora, una vez desaparecida la URSS y con la influencia de Rusia en mínimos, EEUU consideró que la primera zona donde debía consolidar su dominación para obrar una reconfiguración mundial, era Europa. Kosovo se presentó como un “pretexto ideal para disfrazar una guerra de agresión imperialista” y EEUU involucró a sus aliados en una aventura que en realidad menoscababa sus intereses, considera este diplomático.

En 1999 se creaba la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y el euro se acababa de aprobar como moneda común. “Y tanto el euro como la PESC eran considerados por EEUU como una amenaza a su proyecto”, explica Zamora, que añade que Washington encontró en Kosovo “la ocasión para lanzar una guerra y alinear a la UE con sus tesis”.

“Después de la agresión –subraya–, la PESC desapareció. El euro nació golpeado. EEUU puso en marcha su objetivo estratégico: la ampliación de la OTAN hasta las fronteras de Rusia. Aquello no fue una guerra improvisada, jamás estuvieron en juego los derechos humanos.

Pero la guerra cumplió con los objetivos de los impulsores del New American Century y esto llevó al final a la guerra en Ucrania. Yo ya escribí en 2007 que la ampliación de la OTAN iba a llevar a una guerra”.

Una caja de Pandora

“Uno puede iniciar una guerra, pero no puede saber las consecuencias que traerá”, recalca A. Zamora, que recuerda que las agresiones que siguieron en Afganistán, Irak, Libia y Siria, terminaron por escapar del control de EEUU.

“Porque en sus planes, EEUU no consideraba que pudiera haber otras potencias que se les opusieran. Daban por hecho que Rusia estaba muerta, China domada y Europa bajo la bota de la OTAN; el campo estaba abierto para EEUU. Pero esa secuencia se rompe cuando Rusia empieza a reaccionar; primero en Georgia para parar el proyecto de incorporarla a la OTAN y luego, aún más determinante, en Siria, donde su acción fue efectiva y corta”, explica.

“La guerra contra Yugoslavia fue la primera guerra dictada por criterios geopolíticos imperiales de la era moderna. A partir de ahí, comenzaron una serie de guerras dictadas por intereses geopolíticos cuya culminación es Ucrania”.
Augusto Zamora
Diplomático y ensayista

Es decir, el plan aplicado por EEUU desde 1999 en Yugoslavia enfrentó sus primeras dificultades en 2008 y experimentó un freno en 2015, en palabras de Augusto Zamora.

Durante el proceso, entre Moscú y Pekín se ha venido tejiendo una sólida alianza a todos los niveles. Téngase en cuenta que durante el bombardeo de Belgrado incluso se atacó la Embajada de China, un hecho sin precedentes. “No fue una equivocación”, recuerda Zamora, que describe la acción como intimidatoria, una señal de que EEUU “podía hacer lo que quisiera”.

Pero es precisamente esta alianza estratégica entre Rusia y China lo que terminó por romper las aspiraciones del plan New American Century. “Tanto es así, que en 2018 Washington cambia de estrategia; el vector Asia-Pacífico lo denomina ya Indo-Pacífico y en 2021 se retira de Afganistán. Se olvida del plan de hiperpotencia y plantea una estrategia basada en la construcción de una red de alianzas vitales para hacer frente al resurgir de Rusia y a la emergencia contundente de China. Y en esas estamos”, concluye.

segunda-feira, 25 de março de 2024

Les révélations exclusives de Jacques Baud sur l'attentat de Moscou - Ja...

A Verdade e a Mentira na Revolução de Abril ( A Contra-Revolução confessa-se), de Álvaro Cunhal

 5. O RADICALISMO ESQUERDISTA
Os anos 60 conheceram no mundo uma vaga de radicalismo
esquerdista. Causas internacionais e causas específicas em cada país
explicam o fenómeno.


A Verdade e a Mentira na Revolução de Abril
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Uma primeira observação há a fazer, lembrando que, segun-
do um pensamento célebre na época, o esquerdismo é a «expia-
ção dos pecados oportunistas». Os acontecimentos confirmam tal
observação.
É necessário aprender com eles. Se, num momento dado, se
verifica uma reanimação do esquerdismo e do súbito interesse pelo
seu radicalismo sobretudo entre os jovens, os comunistas devem
perguntar a si próprios se não cometeram pecados oportunistas,
que expliquem o fenómeno.
De facto, no início da segunda metade do século XX , regista-
ram-se fortes tendências oportunistas no movimento comunista
internacional. A teoria da «passagem pacífica do capitalismo para
o socialismo», lançada pelo XX Congresso do PCUS em 1956, es-
timulou, em numerosos partidos, ilusões sobre o capitalismo e o
afastamento de concepções revolucionárias. Em Portugal, como te-
remos ocasião de examinar neste ensaio, a «política de transição»
e da «solução pacífica do problema político português», foram con-
sideradas ulteriormente pelo PCP como «o desvio de direita nos
anos 1956-59».
Apareceram, uns atrás dos outros, numerosos partidos, gru-
pos, jornais e publicações clandestinas, afirmando-se «comunistas»
e «marxistas-leninistas». Na quase totalidade, acusavam o PCP de
«revisionismo» e assumiam-se como os reais portadores dos ide-
ais de uma revolução socialista.
Foram muitos os grupos assim criados. Uns que tiveram pou-
ca duração. Outros que sobreviveram anos. No conjunto, tiveram
apreciável influência em Portugal nos últimos anos da ditadura e
no acidentado e tempestuoso curso da Revolução de Abril.
Havendo diferenças e rivalidades entre eles, tinham a iden-
tificá-los muitos traços comuns. A Frente de Acção Popular (FAP)
é talvez o mais representativo do esquerdismo nos anos 60. Por
duas razões: por ter resultado do abandono do PCP por um en-
tão quadro dirigente do Partido (Francisco Martins Rodrigues), que
a seguir se ligou à China e fundou o novo partido; e, por as suas
concepções, mais elaboradas que as de outros partidos e grupos
esquerdistas, serem mais próximas das predominantes nos parti-
dos «maoístas», que mundo fora, resultaram de cisões em parti-
dos comunistas.

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Uma ideia central, absorvente em todos eles, era conside-
rarem como tarefa e missão histórica o lançamento imediato de
acções armadas, para o desencadeamento a curto prazo da insur-
reição.
Esta ideia central preenchia a maior parte dos textos que
publicavam.
A FAP indicava, no concreto, o tipo de acções a realizar: sa-
botagens e atentados «respondendo em toda a parte à força com
a força». Acusava o PCP de as não realizar, mas (salvo raríssimas
excepções, e a FAP não foi uma delas) todos estes defensores da
acção armada imediata escreveram resmas de papel com palavras
exaltadas sobre a matéria, mas não consta que tenham realizado
uma só acção daquelas que entendiam ser sua tarefa central.
A realização das acções armadas exigia, segundo eles, a for-
mação de grupos de combate, «a criação de um corpo popular
armado» (Revolução Popular, n. o 1, Outubro, 1964), de «um exér-
cito popular» pronto para intervir e assaltar o poder. Exército que
«tem que ser criado no interior do país, no seio das massas po-
pulares, através do lançamento das acções de agitação, auto-defe-
sa e combate» (Acção Popular, n. o 3, Janeiro, 1965).
Já antes da formação de grupos maoístas, que vieram a ser
predominantes, o radicalismo pequeno-burguês apontava a urgên-
cia do desencadeamento de acções armadas indo até mais longe
na perspectiva optimista. O povo português (diziam) estava pronto
a travar essa luta. As acções armadas imediatas eram, segundo eles,
«o centro de gravidade» da acção revolucionária na situação exis-
tente.
O MAR (Movimento de Acção Revolucionária, cujos dirigen-
tes eram Lopes Cardoso e Manuel Lucena) afirmava que «o Povo
Português está preparado para a luta armada e que existe uma con-
juntura que permite desencadear uma ofensiva vitoriosa contra o
fascismo» (Boletim do MAR, n. o 2, Março, 1963).
O desencadeamento e desenvolvimento imediato das acções
armadas era apresentado não como um fim em si, mas como o
caminho para a insurreição popular a muito curto prazo.
A FAP anunciava que «preparar e desencadear a insurreição
popular é o objectivo imediato da Frente de Acção Popular» (O Ca-
minho da Insurreição Antifascista e da Liberdade, 1-1-1964).
A Verdade e a Mentira na Revolução de Abril
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A insurreição conduziria à «revolução proletária», à «conquista
do poder político pelo proletariado», ao «poder armado das mas-
sas populares insurgidas», à «substituição da ditadura burguesa pela
ditadura proletária» (Revolução Popular, n. o 3, Março de 1965).
«Revolução em Portugal [esclareciam] quer dizer que as
classes trabalhadoras, de classes dominadas passarão a classes do-
minantes». E precisavam: «Esta é uma tarefa que só as massas po-
pulares, agindo independentemente, podem levar a cabo» (Acção
Popular, órgão da FAP, Abril de 1965).
Apontada como tarefa a curto prazo a insurreição e a conquis-
ta do poder punha-se a questão de saber «por quem?». Respon-
diam: «pelas massas populares insurgidas». Punha-se a questão de
saber: para realizar que política? Respondiam que «a revolução an-
tifascista» deveria ser sinónimo de «revolução socialista», deveria
significar «a substituição da ditadura burguesa pela ditadura pro-
letária» (Revolução Popular, n. o 3, Março de 1965).
Estas ideias básicas eram envolvidas numa teorização cons-
tante e repetida, pretensamente marxista-leninista, directamente
ligada à cisão no movimento comunista, ao apoio directo da Chi-
na, às ideias de Mao-Tsé-Tung e à cisão em numerosos partidos
no mundo. A quase totalidade desses partidos e grupos afirmavam-
-se marxistas-leninistas (M-L), intitulavam-se «maoístas» e assim fi-
caram sendo conhecidos.
As efígies de Marx e Lénine eram praticamente utilizadas por
todos, acrescentando-lhes alguns, em numerosas combinações, as
de Engels, de Stáline, de Mao-Tsé-Tung e até de Enver Hodja, nes-
te último caso por um partido, cujo jornal era impresso em Tirana,
como o próprio jornal indicava. Terreno fácil para aparecerem no
mundo partidos com a fachada semelhante, mas lançados pela CIA
com missão provocatória.
Acusavam de «revisionismo» o Partido Comunista da União
Soviética e os partidos a ele ligados. Assim também o PCP. A ac-
ção política destes partidos e grupos concentrava-se na luta con-
tra o PCP e, tanto antes como depois do 25 de Abril, apareceram
sistematicamente a convergir e mesmo a colaborar directamente
com as forças contra-revolucionárias.
No terreno das ideias, o PCP no tempo do fascismo teria sido,
segundo eles, «um auxiliar da modernização do poder burguês»,
Álvaro Cunhal
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da «recomposição liberal da ditadura burguesa», e a revolução de-
mocrática e nacional proposta pelo PCP seria «a teoria e a prática
da passagem de Portugal dum capitalismo antiquado a um capita-
lismo moderno» (Revolução Popular, n.os 1, 2 e 3, de Outubro de
1964 e Janeiro e Março de 1965).
Acusavam o PCP de, ao serviço da ditadura, ser «melhor agen-
te de controle da classe operária do que qualquer organização
policial» (O Comunista, n. o 5). E sublinhavam que o governo fas-
cista só não legalizava imediatamente o PCP, porque «a ilegalida-
de lhe dava mais força» (ibid.).
Mas deixemos os ataques e as calúnias ao PCP e vejamos o
que propunham os esquerdistas ao povo português.
Ao abordar, neste ensaio, as propostas programáticas dos
vários partidos e correntes políticas, para o Portugal que deveria
suceder à ditadura fascista, defrontamos uma dificuldade relativa-
mente ao esquerdismo. É que os esquerdistas, em geral, não apre-
sentavam o que se possa chamar um Programa.
Sublinhavam as grandes linhas de orientação e acção: forma-
ção do próprio partido ou grupo como vanguarda revolucionária,
acção armada imediata, insurreição e conquista do poder.
Até aí tudo claro, teoricamente desenvolvido, repetido mil ve-
zes. E depois de terem conquistado o poder? Concretamente: o que
no tempo da ditadura propunham para Portugal? A dificuldade é que
os esquerdistas em geral não apresentavam um verdadeiro programa.
E, para nossa surpresa, quando indicaram algumas linhas programáti-
cas, não propunham nenhumas medidas de fundo que não estives-
sem expressas no Programa do PCP, que entretanto os esquerdistas
acusavam, e continuaram a acusar depois do 25 de Abril, de ser um
programa para o reforço do capitalismo e do poder da burguesia.

A Revolução dos cravos na perspetiva trotskista

 

50 anos da revolução dos cravos


Por LINCOLN SECCO & OSVALDO COGGIOLA

Em abril de 1974, essa revolução iniciou um processo de dissolução do aparelho de Estado, resultado de uma mobilização operária e popular sem paralelos na Europa de pós-guerra

Há cinquenta anos, em Portugal, a Revolução dos Cravos abalou Europa e o mundo. Em abril de 1974, essa revolução iniciou um processo de dissolução do aparelho de Estado, resultado de uma mobilização operária e popular sem paralelos na Europa de pós-guerra. No final do ano, o Secretário de Estado dos EUA, Henry Kissinger, informou às autoridades das principais potências europeias da intenção dos Estados Unidos de invadir Portugal, para evitar o surgimento de uma “nova Cuba” em plena Europa.

A intervenção extrema do presidente francês, Valéry Giscard D’Estaing, evitou esse extremo, contra a promessa de conter a revolução através de uma reconstrução das Forças Armadas portuguesas. A guerra revolucionária no Vietnã foi o acontecimento central dessa época; ela acendia nos EUA o pânico de uma expansão mundial do comunismo. Kissinger chegou a expor uma “teoria da vacina”, que deveria ser aplicada em Portugal para imunizar Europa contra o comunismo.

O regime português, instalado em 1926 sob a liderança de António de Oliveira Salazar e chefiado meio século depois por Marcelo Caetano, dera fim aos dezesseis anos da Primeira República Portuguesa. Era uma ditadura corporativista-fascista com um papel central da polícia política, a PIDE (Polícia Internacional e de Defesa do Estado), responsável pela repressão da oposição ao regime do “Estado Novo”, forma lusitana peculiar de corporativismo, instalado na década que testemunhou mundialmente a ascensão de movimentos fascistas, quando, em Portugal, “o tempo dos conflitos e da luta de classes terminaria em favor do ‘interesse nacional’, o único a dar coesão a todos”.

No caso português esta via se deu, não através da criação de milícias e brigadas como nos exemplos fascistas, mas através do Estado. Primeiro por intermédio das Forças Armadas, responsáveis pelo derrube da ‘república anárquica’. “Depois pela via do aparelho repressivo do próprio Estado na ação vigilante de sua polícia política”.[i] A atividade da PIDE abrangia até os locais mais íntimos dos portugueses, as querelas familiares, mas intervinha com especial força nos conflitos trabalhistas. 200 mil pessoas, 3% da população do país, trabalharam de um ou outro modo para a PIDE, que possuía um arquivo com três milhões de fichas, número equivalente a quase metade da população portuguesa. Portugal era, portanto, um Estado policial. A PIDE tinha 2.286 agentes em 1974, mas ela remunerava entre 10 e 12 mil pessoas, informantes incluídos. O chefe de Estado concedeu audiência diariamente ao chefe da PIDE a partir de 1962.

Em inícios de 1974, em fevereiro, porém, o regime mostrava publicamente suas fissuras, com a publicação de Portugal e o futuro, de António de Spínola, pela Editora Arcádia. O autor, militar e ex-governador da Guiné-Bissau advogava, após treze anos de “Guerra do Ultramar”, uma solução política e não militar como saída para o conflito colonial. O regime respondeu com a demissão dos generais António de Spínola e Francisco da Costa Gomes dos cargos que ocupavam no Estado Maior General das Forças Armadas. Marcelo Caetano pediu sua demissão ao Presidente da República, que não a aceitou.

Apenas dois meses depois, com o início da Revolução dos Cravos após uma ação militar a 25 de abril, que abriu passo a uma enorme mobilização popular, obrigando o governo a renunciar, a PIDE foi extinta e vários dos seus principais dirigentes foram presos. Mais de 1.500 detenções de membros e informadores da PIDE/DGS ocorreram entre abril e outubro de 1975. No final de 1976, iniciaram-se os julgamentos deles em Tribunal Militar, tendo os juízes usado de extrema benevolência com os antigos membros da PIDE.

O início dessa sequência foi uma literal implosão do Estado, que abriu passo para o início de uma revolução social. Em abril de 1974, desse modo, iniciou-se um processo de desmantelamento do Estado corporativo devido à crise no Exército, com seus jovens oficiais constituindo o MFA (Movimento das Forças Armadas), contra a hierarquia castrense. A motivação do grupo, inicialmente chamado de “Movimento dos Capitães”, era a oposição ao regime policial e à guerra colonial portuguesa. Essas guerras foram as de escala mais ampla da história da África.

Os militares portugueses enfrentavam problemas operacionais graves: eram três teatros de operações (quatro com Cabo Verde). Na Guiné: planícies encravadas no Senegal e em Guiné Conacri. Em Cabo Verde: montanhas. Em Angola e Moçambique, movimentos guerrilheiros de libertação nacional com apoio popular. O neocolonialismo entrou em choque com as insurgências guerrilheiras. Portugal não podia abandonar o domínio colonial direto em troca da manutenção da dominação econômica, era um país economicamente dependente, mas com fontes de acumulação colonial.[ii]

No entanto, foi a derrota militar à vista que fez com que as Forças Armadas abandonassem seu compromisso colonialista, voltando-se contra o regime. Para os militares não se tratava, inicialmente, de fazer uma revolução, mas sim de um golpe militar para salvar a sua “dignidade” contra um regime que os expunha a uma derrota desonrosa e à vergonha de se responsabilizar pelo fim do império colonial. A 16 de março de 1974, saíram das Caldas da Rainha oficiais com o objetivo de derrubar a ditadura: o “Levantamento das Caldas”, no entanto, fracassou.

Contudo, mostrou aos oficiais do MFA que a sua única opção era um golpe de Estado, começando os preparativos para a tomada do poder. A 25 de abril, a ditadura de Caetano foi derrubada em menos de 24 horas, quase sem derramamento de sangue. Os presos políticos foram libertados das prisões de Caxias e Peniche; a PIDE, já renomeada por Caetano como Direção-Geral de Segurança (DGS), foi destruída, assim como a censura. Lançaram-se ataques à sede do jornal A Época, o jornal oficial do regime. Os símbolos do regime foram destruídos pela população em uma semana, dando um forte apoio popular ao MFA. As Forças Armadas, antigas agentes da repressão, protagonistas de uma guerra colonial e defensoras do regime, pareciam situar-se ao lado do povo explorado, inclusive na perspectiva de levar Portugal ao socialismo.

As ações populares decisivas visaram o controle dos meios de comunicação e a deposição do governo. A população saiu às ruas e mudou a dinâmica do golpe militar, levando-o além de suas pretensões iniciais. Suas ações (soltura de presos políticos, ocupação de creches, empresas, depuração nas universidades) só tiveram o apoio do MFA porque a sanção popular era exatamente o que restituía, na prática, a perdida dignidade militar. Entretanto, a retomada da justificativa das Forças Armadas se fazia com a quebra da hierarquia militar e a desobediência diante da alta oficialidade.

Este foi o problema crucial da Revolução: feita em nome da dignidade militar, ela contrapôs sua legitimação popular à legitimação estatal. Uma vez que o aparelho de Estado estava temporariamente desorganizado, só a população bastava aos oficiais do MFA. Todavia, isto criava no movimento uma contradição entre a legitimidade de seus atos e a hierarquia das Forças Armadas.

O 25 de abril trouxe uma vaga de ideias e ações que se destinavam a ir muito além daquilo que podia (ou queria) a Junta de Salvação Nacional que assumiu o poder em nome do Movimento das Forças Armadas. De vegetarianos a maoístas, de homossexuais a ecologistas, de feministas a trotskistas, todos puderam (ou acreditaram poder) praticar suas esperanças. O MRPP, maoísta, imitava os Dazibaos, cartazes enormes chineses, com grandes jornais murais.

Os próprios muros de Lisboa se encheram de grandes pinturas, como se os militantes estivessem em plena Revolução Cultural chinesa. As fotografias desses murais revelam que eram feitos por vários grupos políticos. As editoras começaram a lançar livros proibidos ou que haviam sido recolhidos, as traduções prontas, mas censuradas, e uma vaga de títulos da extrema esquerda, de Mao a Guevara e Marx, ensaios de sociologia, política, guerra do ultramar, fazendo o movimento de vendas subir, repentinamente, 60%.

Inúmeras organizações de base surgiram na sociedade civil. A maioria delas no entorno do processo revolucionário. Ronald Chilcote anotou 580.[iii] Pelo menos treze eram órgãos políticos compostos por membros das Forças Armadas, desde associações de ex-combatentes do ultramar até parentes de militares ou de soldados ou oficiais na ativa ou passados à reserva. Órgãos oficiais, como o próprio Movimento das Forças Armadas, o Comando Operacional do Continente, e outros, eram, de fato, instituições políticas das Forças Armadas. O Regimento de Artilharia 1, por exemplo, ficou conhecido como “regimento vermelho” pelo suporte que dava às ações de Otelo Saraiva de Carvalho.[iv]

Várias ações afirmaram a autonomia das bases sociais da revolução: o movimento popular que já no próprio 25 de abril ocupou casas, creches e presídios políticos; o movimento organizado de trabalhadores rurais e urbanos que muitas vezes superou os limites impostos por suas representações sindicais e associativas; o próprio MFA, cujos soldados e oficiais de baixa patente colocaram em risco a unidade do Exército como garantidor da ordem. O movimento popular não foi a correia de transmissão de nenhum partido.

Charles Downs demonstrou que a orientação política das comissões de moradores, por exemplo, teve uma ação política radical ou reformista em função de sua participação em mobilizações em torno de problemas básicos que resultavam em conflito com o governo e não por uma orientação prévia de organizações de extrema esquerda.[v]

As greves superaram as expectativas do Partido Comunista, totalizando 734 entre o 25 de abril e a tentativa de golpe de 28 de setembro. Nos estaleiros navais de Lisnave, onde trabalhavam 8.500 pessoas na planta principal (e quase 13 mil nas empresas anexas), as vitórias das primeiras greves foram espetaculares. As greves parciais em Lisnave tinham começado em fevereiro de 1974. Logo depois de abril, os trabalhadores obtiveram 7.200 escudos de salário mínimo, e 5.000 para o pessoal das cantinas, que ganhava 2.500 escudos (um aumento de 100%). Os aprendizes passaram a receber 6.800 escudos por mês, 7.200 depois de seis meses. Nenhum reajuste salarial acima de 15 mil escudos, e reintegração de todos os demitidos por razões políticas ou grevistas. Uma vitória total.

A luta operária era também política: a 7 de fevereiro de 1975 as comissões operárias de Lisboa convocaram uma manifestação d rua contra as manobras navais da OTAN ao largo das costas portuguesas. A manifestação foi proibida, mas os soldados que a deviam vigiá-la saudaram-na com o punho em alto. A 15 de maio, uma reunião do MFA declarou que a manifestação de fevereiro tinha sido apoiada pelo movimento. Mas o Conselho da Revolução, depois de uma reunião fechada de seis dias, emitiu uma declaração afirmando que a “ditadura do proletariado” e as “milícias operárias” “não coincidem com o socialismo pluralista de Portugal”. As lutas nas empresas e o surgimento dos conselhos de fábrica levaram socialistas e comunistas e o próprio MFA a tentar controlar o movimento sindical. O golpe do MFA tinha sido preventivo. O Capitão Maia, um de seus executores, declarou: “Tínhamos a sensação de nos dirigir para um abismo que concluiria numa guerra civil, na qual o povo se armaria”…[vi]

Os objetivos fundamentais do MFA se resumiam nos chamados três “D”: Descolonização, Desenvolvimento e Democracia. A descolonização era a principal reivindicação dos militares. Tratava-se de acabar com o império e resgatar a legitimidade das Forças Armadas. Para tanto, elas precisavam mudar de função: deixar de ser o esteio do império e se tornar a base da passagem do colonialismo em África para algum novo papel político “europeu”. Os objetivos nacionais entraram em conflito com os “imperiais”, já que a principal instituição nacional precisava manter sua integridade corporativa sem perder a guerra. A guerra já estava estrategicamente perdida. Por isso, o MFA propunha algum tipo de desenvolvimento econômico (e social) que fosse o sucedâneo da economia que se tornara elo de transmissão entre as colônias e os países centrais (Europa e EUA).

Ainda que aquela economia fosse cada vez mais de interesse de apenas um punhado de colonialistas que lucravam diretamente como donos de terras e investimentos na África ou como “transportadores” ou concessores de exploração das riquezas africanas, a maioria da nação não encontrava salvaguarda naquela estrutura. O desenvolvimento das escassas forças produtivas de um capitalismo semiperiférico tendia a encontrar na Europa (e não em África) suas possibilidades de expansão subalterna.

Aos países centrais e às próprias colônias (cujo comércio exterior prescindia cada vez mais de Portugal como mercado de destino) parecia muito mais lícito retirar o véu colonialista que encobria a real exploração da África Portuguesa pelo capital oligopolista internacional de modo a deixar duas saídas claras: a revolução social anticolonial ou a adaptação nos marcos de um “capitalismo dependente e associado”.

A democracia era o corolário inevitável do fim do império. Ela era o antípoda da ditadura fascista. Como a superestrutura política era o entrave a outra forma de expansão das relações de produção modernas ou capitalistas (fosse ela dependente da Europa ou de transição socialista), a democracia era o aríete que derrubaria o império colonial como um todo. Mas qual democracia? Em torno do seu significado se moveram as peças do jogo de xadrez no processo revolucionário. Uma “democracia popular” sob liderança do PCP; uma democracia de conselhos; a convivência de formas diretas e indiretas de atuação; uma democracia representativa liberal (com maior ou menor conteúdo social): estas eram as principais opções (ainda que não as únicas).

Os três “D” impuseram o quadro estratégico da atuação revolucionária. Dentro dele é que as forças político-militares poderiam estabelecer suas manobras táticas. Mas o quadro estratégico não impõe só limites, abre também possibilidades.  A Revolução é a aceleração do tempo histórico num espaço que se torna de súbito transparente. As opções parecem levadas ao limite e isto nos permite ver todas as contradições sociais. É por isso que os processos revolucionários ampliam a consciência política de milhões de pessoas do dia para a noite (ou o inverso, no caso do dia 25 de abril: literalmente da noite para o dia…).

Não só o pluralismo organizacional, mas também o das ideias (especialmente aquelas de extrema esquerda) adentrou os quartéis. Assim, chamava-se o Regimento de Disciplina Militar de “fascista”. Generalizou-se o uso de restaurante único para oficiais e praças. Indistintamente. Esse fato pitoresco também revelou um espírito que não podia subsistir sem agredir àquela mentalidade que garantia a disciplina militar. Era a ideologia de “um exército democrático”. Com esse título o jornal do Movimento das Forças Armadas pretendeu institucionalizar uma nova compreensão da hierarquia.

Era a institucionalização do próprio MFA, que se definia como a “vanguarda política das Forças Armadas”, e que agora contava com suas assembleias de delegados de unidade (ADU). Órgãos de conselho e de apoio do comando. O comandante era, por sua natureza de superioridade hierárquica, o chefe da ADU. Assistido também pelos delegados da AMFA – Assembleia do Movimento das Forças Armadas. Mas quem comandava?

“Importa salientar que a ADU de modo algum põe em causa a autoridade e a responsabilidade de decisão do comando”. Entretanto, “os comandantes, por seu turno, deverão ser os primeiros militantes do MFA, tendo sempre presente que se não pretende restaurar uma instituição militar ultrapassada, mas sim criar uma nova, no sentido de se caminhar para um exército competente, democrático e revolucionário, posto ao serviço do povo e capaz de corresponder à sociedade socialista que se quer construir” (Diretiva para a estruturação democrática do MFA nas unidades e estabelecimentos militares).

Essa ambiguidade persistente entre o corporativismo e a liderança política, entre a democracia interna e a disciplina, entre a tradição e a revolução aparecia nas expressões, nas palavras, nas criativas combinações: “disciplina consciente e hierarquia dinâmica”, “disciplina consentida”, “persuasão anterior à ordem”, “vontade e disciplina revolucionárias”.

O que se discutia era a “total integração das Forças Armadas no espírito do MFA”, que se daria pelo “esclarecimento e politização das Forças Armadas”. Ao mesmo tempo, este documento falava, paradoxalmente, de “elevado nível de disciplina, coesão e eficácia”. Definir o MFA na estrutura das Forças Armadas era só mais uma das tarefas impossíveis da Revolução. Isso só seria possível, pensava-se à época, quando o MFA se pudesse diluir no conjunto das Forças Armadas e houvesse uma coincidência de posições políticas. Ou seja, “a médio prazo”!  Um intelectual, ideólogo do chamado “grupo dos nove”, o Major melo Antunes, questionava essa ambiguidade da qual ele próprio era vítima e agente: “A atual situação de anarquia militar foi, em certa medida, fruto dos nossos erros, ou, mais precisamente, das nossas ilusões; nós acreditámos que se podia instalar no Exército uma estrutura política democrática”.

Os militares revolucionários se alimentavam de uma poesia tirada do passado, pregando alguma ordem, alguma hierarquia e alguma disciplina; para não romper com o que as Forças Armadas eram e não poderiam deixar de ser, eles procuraram ansiosamente modelos, como o do Peru de Velasco Alvarado. Liam-se matérias sobre o golpe militar no Peru e seu governo militar, nacionalista e popular. No catálogo da editora Prelo, encontrava-se o livro Peru: dois mil dias de revolução. Paradigmas de revoluções feitas por militares. E também modelos negativos, como Chile: uma revolução militar trágica.

Para o MFA, os militares chilenos cometiam crimes contra o seu próprio povo. Contrapunham-se aos militares peruanos, que fizeram “uma revolução militar original”. Outro modelo foi a revolução na Argélia. É certo que esses modelos refletiam mais o espírito da Quinta Divisão, onde se abrigavam os oficiais mais próximos do coronel Vasco Gonçalves. Mas também Cuba foi discutida. A visita a Cuba de Otelo Saraiva de Carvalho, fotografado num passeio de carro militar com Fidel Castro, provocou celeuma. Movimento, o boletim informativo das Forças Armadas, publicou uma manchete: “O MFA em Cuba”. Em maio de 1974 surgiram em várias empresas industriais de Lisboa os Comitês de Defesa da Revolução (à semelhança de seus congêneres cubanos), vinculados ao Partido Comunista Português.

Houve seis governos durante a “Revolução dos Cravos”: o I, II, III e IV tiveram participação do PS (socialistas), PCP (comunistas), PPD (popular-democratas) e militares, o V foi sobretudo apoiado por militares próximos do PCP e o VI tinha todos os partidos, mas era dominado politicamente pelo PS e militares aliados. Na primeira fase revolucionária testemunhou três tentativas de golpe de Estado, as primeiras a 10 de julho de 1974 e 28 de setembro do mesmo ano. O III governo provisório, iniciado em outubro de 1974, foi marcado pela ascensão das lutas populares. A última tentativa golpista dessa série, a 11 de março de 1975, também fracassou.

As três tentativas golpistas, portanto, fracassaram. A partir do frustrado golpe de março, a revolução se aprofundou: em comícios do PCP, seus militantes reclamavam, gritando enquanto seus dirigentes discursavam, “fora PPD”, ou seja, a ruptura com a política de “união nacional”, que era a de seu partido desde o início da revolução. A revolução se politizava e começava a mostrar um rosto menos ameno, depois do período simbolizado pelos cravos nos fuzis dos soldados.

A 25 de abril de 1975, primeiro aniversário da revolução, tiveram lugar as eleições para a Assembleia Constituinte, com 92% de comparecimento do eleitorado. O PCP e o PS, principais partidos da esquerda, obtiveram, conjuntamente (mas se apresentando em separado) 51% dos votos totais. O CDS, que propunha o retorno ao velho regime corporativo, obteve só 7,65%. As eleições traduziam, ainda que de modo indireto e certamente deformado, as relações de força no país. O MFA sentiu seu impacto.

A reestruturação da correlação de forças no MFA em setembro de 1975 levou à criação de um grupo proveniente de uma aliança entre o Partido Socialista, o “Grupo dos Nove” e a direita, um segundo grupo proveniente da esquerda militar, muito favorável às teorias terceiro-mundistas, que proclamava o objetivo de “chegar ao socialismo”. Um terceiro grupo era constituído por militares favoráveis ao PCP (Partido Comunista Português) e a sua política de reconstrução do MFA, assim como a uma coligação PS-PCP-MFA.

Assim, o impasse provocado pelas disputas civis levou o MFA à divisão em três setores principais. Aquele orientado pelo poder popular era ligado ao COPCON (Comando Operacional do Continente) e chefiado por Otelo Saraiva de Carvalho, cuja popularidade cresceu devido à difusão de seu papel no comando das operações militares do 25 de abril; o segundo era afeto ao aparato de governo chefiado pelo carismático Coronel Vasco Gonçalves, único oficial superior comprometido com o Movimento dos Capitães antes da tomada do poder; o terceiro estava próximo aos socialistas e a uma visão moderada do processo revolucionário, era aliado ao major Melo Antunes, um dos autores do programa do MFA.

Em 1975, as divisões no seio do MFA se acentuaram com a publicação, em agosto, da Autocritica Revolucionária do COPCON, onde se fazia a defesa do poder popular. As ruas se encheram de manifestantes. As comissões de trabalhadores iniciaram experiências auto gestionárias em algumas empresas e várias greves foram convocadas, novas ocupações de casas em Lisboa, a exigência da reforma agrária. No fim de 1975 era 25% da superfície arável de Portugal a gerida por unidades cooperativas de produção. A 13 de janeiro de 1975 aprovou-se a lei da unicidade sindical, propugnada pelo PCP, que reconhecia na Intersindical, dominada pelos comunistas, a única central de trabalhadores legítima – o MFA buscava no PCP (que entre junho e setembro havia dobrado de tamanho e contava cem mil filiados) o instrumento de manutenção da ordem no efervescente “mundo do trabalho”, propício a reivindicações salariais reprimidas.

A participação salarial na renda nacional saltou de 34,2% no ano imediatamente anterior à revolução para 68,7% ao seu final.[vii] Os partidos políticos buscaram organizar, dirigir ou controlar as iniciativas autônomas da classe trabalhadora: “Havia várias formas de ter uma força dentro deste processo, que se reflete nos conselhos criados em Lisboa (a Assembleia Popular/Comuna de Lisboa) e Setúbal (Comité de Luta) que articulam CTs e comissões de moradores e depois comissões de soldados. A mais importante será a coordenadora da CIL – Cintura Industrial de Lisboa. Mas também outras mais diretamente afetas aos partidos, caso dos Comités de Defesa da Revolução (CDRs), afetos ao PCP; dos Conselhos Revolucionários de Trabalhadores, Soldados e Marinheiros (afetos ao PRP-BR). E ainda o I Congresso Nacional das Comissões de Trabalhadores (dirigido pelo MRPP, mas com a presença também do PRT)”.[viii]

Eram agremiações de distintas concepções: o Movimento de Reorganização do Partido do Proletariado era maoísta; o Partido Revolucionário dos Trabalhadores, trotskista. O Partido Comunista Português foi mais ostensivo na defesa da estabilidade política da nova ordem e atuou para refrear o radicalismo de base em defesa da “batalha da produção”.

Em 7 e 8 de novembro de 1975 houve o encontro das Comissões de Trabalhadores da Cintura Industrial de Lisboa, onde a questão do controle operário e da coordenação nacional das comissões de trabalhadores focaram as atenções. O IV Governo (dominado pelo PCP), e o Conselho da Revolução, depois de assumir o controle da banca, pondo sob proteção estatal um setor passível de controle operário, adotou a estratégia de «batalha da produção».

Empossado como primeiro-ministro do V Governo Provisório, Vasco Gonçalves foi alvo de crescente contestação. Dois dias depois, Otelo Saraiva de Carvalho lhe proibiu visitar as unidades militares integradas no COPCON e pediu ao general que “descanse, repouse, serene, medite e leia”. O país incendiou-se com a luta política e a escalada de violência contra sedes do PCP e de partidos de extrema-esquerda, sobretudo no Norte e centro do país. Até a crise de 25 de novembro de 1975 houve um combate entre a política de cada um dos três grupos político-militares.

No mesmo período, “entre setembro e novembro de 1975, houve paulatina construção de formas embrionárias de coordenação de controle operário a nível nacional: desenvolvimento exponencial da força das comissões de trabalhadores e da preponderância das reivindicações políticas, contra o Estado, dentro das empresas: construção do socialismo, abolição das relações mercantis, abolição da sociedade de classes, recusa do apelo à reconstrução nacional, controlo dos lucros. Esta situação deu acrescido impulso à criação de formas embrionárias de coordenação das comissões de trabalhadores, que em Lisboa, onde quase tudo se decidia pelo alto nível de concentração industrial, chegou a concretizar-se com força e com grandes polêmicas internas”.[ix]

A 25 de novembro ocorreu o confronto militar entre a esquerda e demais setores das Forças Armadas. Os “coronéis” chefiados pelo Tenente Coronel Ramalho Eanes, vitoriosos, não só as depuraram de seus elementos de esquerda radical, como travaram a carreira de todos os membros do MFA, mesmo os moderados, e se assenhorearam definitivamente do comando. O 25 de novembro começou por uma ação de paraquedistas. A dúvida se Otelo Saraiva de Carvalho ou oficiais do COPCON deram a ordem para isto é mero detalhe.

Sabe-se que direita militar e os moderados do MFA estavam preparados para uma tomada do controle militar do país, e que tinham um Plano Operacional para fazê-lo. Este plano envolvia o apoio organizado do Partido Socialista e de potências estrangeiras (Inglaterra e Estados Unidos). Pode-se argumentar que a esquerda também se preparava. E apareceram posteriormente acusações de que o PCP teria amanhecido naquele dia com a saudade da Revolução perdida e que teria mobilizado militantes armados, só à noite recolhidos. Teria sido um recuo do partido em troca da manutenção de sua legalidade. É difícil imaginar tamanho amadorismo do CC do PCP. Ainda assim, mesmo que o PCP estivesse preparando um golpe e que Otelo fosse o seu chefe militar, não havia nenhuma unidade da esquerda desde a queda do V Governo. Golpe pressupõe unidade de comando.

A ideia de que o 25 de novembro foi uma ação militar contra os radicais e os moderados simultaneamente permanece válida. O ataque oficialmente se dirigiu à extrema esquerda e teve o apoio dos moderados. Mas estes perceberam no próprio dia 25 de novembro que aquela ação militar os ultrapassava. Tanto o novo chefe da Região Militar de Lisboa, Vasco Lourenço, quanto o Presidente Costa Gomes viram-se contrariados, e assistiram passivamente à passagem do comando militar e político da situação ao conservador Ramalho Eanes.

Uma anedota pinta este oficial de corpo inteiro: no desfile do 1° de maio de 1977 em Lisboa, posterior à sua posse, ele assistiu à celebração no palco oficial. Uma mulher próxima lhe perguntou porquê ele permanecia tão sério, não sorria, ao qual Eanes respondeu: “Porque não sou obrigado a isso pela nova Constituição, senhora” … No seu discurso na Assembleia da República, Eanes prestou homenagem a toda a trajetória do Exército e a polícia, advertindo: “Todos os dias assistimos a conflitos [sociais] que, em rigor, devem ser qualificados de sabotagem. É urgente regulamentar o direito de greve”.[x] O VI governo, posterior ao 25 de novembro, foi uma espécie de “governo de unidade nacional”, com maioria de ministros do MFA no gabinete. Se o 25 de abril de 1974 iniciara o desmantelamento do Estado, o 25 de novembro de 1975 e o VI governo iniciaram o desmantelamento da revolução, embora com um bom percurso pela frente.

Os coronéis não puderam eliminar o MFA da história das Forças Armadas, embora o eliminassem de sua estrutura. O dia 25 de abril tornou-se o dia da liberdade; os militares foram mandados de volta aos quartéis; o MFA e o COPCON foram extintos; e a Revolução tornou-se uma “evolução” dirigida pela recuperada burguesia. Mas não sem contestações populares. Para Vasco Gonçalves, o dia 25 de novembro coroou longo processo de mudança da correlação de forças militar e assumiu os contornos de uma provocação e de um golpe contrarrevolucionário.[xi]

Foi o Partido Socialista, chefiado por Mário Soares, que jogou um papel chave para a reconstituição do Estado, beneficiando notadamente de subsídios provenientes da socialdemocracia alemã, e se consolidando como a principal força eleitoral depois do fracasso do golpe-insurreição de novembro de 1975. Nas eleições para Assembleia da República de 25 de abril de 1976, o PSP obteve 35% dos votos, seguido por 24% para o PPD, 15,9% para o CDS e 14,6% para o PCP. Os partidos de extrema-esquerda (MRPP, PCP-ML, PDC e PRT), somados, mal ultrapassaram 1,5% do caudal eleitoral. Para muitos, a revolução tinha concluído.

Em finais de 1976, um dos autores deste texto (o mais velho, claro) participava, em Paris, de uma ampla reunião internacional trotskista (chegou, apesar de muito jovem, a presidir uma de suas sessões),[xii] na qual Portugal era um ponto central da pauta de discussões. O título do informe, realizado por um militante português, era significativo: “Balanço da Revolução Portuguesa”…

Foi a revolução de abril de 1974 uma Revolução de Fevereiro não seguida por uma Revolução de Outubro? O campo de batalha das interpretações continua aberto. A Revolução dos Cravos foi possível no quadro geral da descolonização africana; do confronto indireto entre URSS e EUA; do recuo dos EUA diante da ascensão das lutas de classes desde os anos 1960 (mas especialmente pela sua derrota à vista no Vietnã). Mas foi limitada pelas estruturas seculares da economia portuguesa, pela sua distribuição demográfica, arranjo agrário, limites ideológicos de suas elites políticas e, sobretudo, pelo fato de ser dirigida por um Exército incapaz de se transmutar num órgão decididamente revolucionário.

O MFA operou um golpe militar ao qual se seguiu uma insurreição urbana num país ainda de grande influência rural e católica. Sua evolução ideológica rápida se deu em conjunto com a da população urbana (ou parte expressiva dela). Neste sentido, ele não foi uma vanguarda. Ao mesmo tempo os partidos políticos não tinham a legitimidade das armas e do dia 25 de abril para substituírem o MFA.[xiii]

O MFA, como parte integrante das Forças Armadas, só podia transformar-se no dirigente de um processo radical, revolucionário, se atravessasse o Rubicão e aniquilasse o restante dessas Forças. Sendo uma fração minoritária, ele teria que usar a violência (ou a ameaça dela) contra pessoas ligadas a membros do MFA por laços de camaradagem forjados nas escolas/academias militares ou na guerra colonial; romper com sua própria formação estritamente militar; armar civis e arriscar-se a ser submergido numa luta civil-militar e a perder o controle do aparelho de Estado.

Na ausência de um partido revolucionário, o MFA teria que cumprir um papel para o qual a sua rápida criação (no tempo curto) talvez lhe permitisse, mas a sua lenta formação (no tempo longo das Forças Armadas nacionais) lhe impossibilitava. Quanto ao proletariado, os assalariados urbanos e os camponeses, eles foram capazes de iniciativas organizativas inéditas – especialmente na radicalização do “verão quente” até ao desfecho de novembro de 1975 –[xiv] sem paralelos na Europa de pós-guerra, mas sem poder superar a ausência de uma orientação política unificada e de uma direção política capaz de levá-la adiante.

Os organismos sociais de um poder revolucionário se esboçaram e chegaram a se desenvolver, sem conseguir se apresentar como uma alternativa política para o país, o que teria promovido o esfacelamento dos corpos armados do Estado. A principal revolução europeia do segundo pós-guerra se esgotou nas suas primeiras fases, sem chegar até suas últimas potenciais consequências. Depois de três anos, chegada a revolução a um impasse político, a Europa da OTAN e da Guerra Fria começou a respirar aliviada. Mas o susto tinha sido enorme, chegando a atravessar o Atlântico e se expandir no mundo.

*Lincoln Secco é professor do Departamento de História da USP. Autor, entre outros livros, de História do PT (Ateliê). [https://amzn.to/3RTS2dB]

*Osvaldo Coggiola é professor titular no Departamento de História da USP. Autor, entre outros livros, de Teoria econômica marxista: uma introdução (Boitempo). [https://amzn.to/3tkGFRo]

Notas


[i] Francisco Carlos Palomanes Martinho. O pensamento autoritário no Estado Novo português: algumas Interpretações. Locus. Revista de História, Juiz de Fora, vol. 13, nº 2, 2007.

[ii] Perry Anderson. Le Portugal et la fin de l´Ultra-Colonialisme. Paris, François Maspéro, 1963.

[iii] Ronald Chilcote. The Portuguese Revolution of 25 April 1974. Annotated bibliography on the antecedents and aftermath. Coimbra, Universidade – Centro de Documentação 25 de Abril, 1987.

[iv] Paulo Moura. Otelo: o Revolucionário. Lisboa, Dom Quixote, 2012.

[v] Charles Downs. Revolution at Grassroots. Community organizations in the Portuguese Revolution. Nova York, State University of New York, 1989.

[vi] Apud 25 Avril. La dictature fasciste s’effondre à Lisbonne, problèmes de la révoluton portuguaise. Paris, SELIO, 1974.

[vii] Lincoln Secco. A Revolução dos Cravos. Economias, espaços e tomadas de consciência. São Paulo, Ateliê, 2024.

[viii] Raquel Varela, António Simões do Paço e Joana Alcântara. O controlo operário na Revolução Portuguesa 1974-1975. Marx e o Marxismo, vol. 2, nº 2, São Paulo, janeiro-julho 2014.

[ix] Raquel Varela, António Simões do Paço e Joana Alcântara. Op. cit.

[x] Sérgio Reis. Portugal: le moment de la situation. La Vérité nº. 581, Paris, abril 1978.

[xi] Vasco Gonçalves. Um General na Revolução. Entrevista a Maria Manuela Cruzeiro. Lisboa, Editorial Notícias, 2002.

[xii] Era o Comitê de Organização pela Reconstrução da Quarta Internacional (CORQI), que tinha recrutado para suas fileiras os deputados socialistas Carmelinda Pereira e Ayres Rodrigues. O Secretariado Unificado (SU) da IV Internacional também estava presente.

[xiii] Maria I. Rezola. 25 de Abril. Mitos de uma revolução. Lisboa, A Esfera dos Livros, 2007.

[xiv] Miguel Ángel Pérez Suárez. Abaixo a Exploração Capitalista! Comissões de trabalhadores e luta operária na revolução portuguesa (1974 -1975). São Paulo, Lutas Anticapital, 2023.


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