Elson Concepción Pérez.— La adopción por la Asamblea General de la ONU el pasado 23 de mayo, de una controvertida resolución sobre los sucesos de 1995 en Bosnia Herzegovina, en los que murieron 8 000 personas, abrirá “viejas heridas” en la región y dejará en la sombra a los verdaderos responsables del conflicto en la antigua Yugoslavia, explicó a Sputnik el analista político serbio Stevan Gajic.
Se trata, una vez más, de un tema manipulado y fabricado de acuerdo con los intereses de Estados Unidos y Occidente, que para nada tiene en cuenta que por aquellos años la entonces República Socialista Federativa de Yugoslavia estaba sometida a un embate foráneo que llevó a su desintegración como país formado entonces por Serbia, Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia y Montenegro.
El uso de la guerra mediática fue un componente básico impuesto desde Washington y Europa.
Ahora, gobiernos de países muy interesados en ofrecer su “verdad” fabricada sobre aquellos hechos, llevaron hasta la Asamblea General un proyecto de Resolución para declarar el 11 de julio como Día Internacional de conmemoración del genocidio en Srebrenica, lo que ha causado un rechazo tanto en Serbia como en una parte de la comunidad internacional.
A propósito de esta votación y la manera en que llegan a imponerse mentiras, medias mentiras y medias verdades en un cónclave —tan necesario como mal utilizado—, retrotraje a mi mente 25 años atrás cuando, en una mañana de julio de 1999, una llamada con una solicitud a la que no podía negarme, me sentó frente al teclado de la computadora, para hacer el prólogo a la edición cubana del libro El Espejismo Yugoslavo, escrito por el periodista y escritor español Josep Palau.
Me había leído el texto en su edición original y estaba al tanto, por mi trabajo de periodista, de la historia —distorsionada muchas veces— de lo que había ocurrido en la República Socialista de Yugoslavia.
Palau había fallecido en 1997 y, por tanto, quedaba trunca una buena parte de esa historia, principalmente la de los ataques de Estados Unidos y la OTAN contra la nación balcánica entre el 24 de marzo y el 10 de junio de 1999.
Las circunstancias y los actores foráneos de estos últimos bombardeos tuvieron el mismo denominador común, una campaña mediática desestabilizadora desde Estados Unidos y Europa, maquinaciones asociadas a crear matices de opinión respecto a una supuesta limpieza étnica, y la sumisión de gobiernos europeos que actuaban bajo la égida estadounidense.
Los bombardeos a Belgrado y otras ciudades yugoslavas durante 78 días, nunca fueron consultados y mucho menos aprobados por el Consejo de Seguridad de la ONU, ente ignorado en su totalidad por el presidente de Estados Unidos, William Clinton, y el secretario general de la OTAN, el español Javier Solana, autores principales de la criminal acción.
De lo recogido por Palau en su Espejismo Yugoslavo, escribí en el prólogo de la edición cubana de su obra: “A través de Palau, podemos cerciorarnos de cuánta hipocresía se esconde en quienes justificaron las acciones como solución a la catástrofe humanitaria, y no que esas acciones de guerra foránea fueron las causantes de lo sucedido”.
En la lectura del libro me percato de algo que asumo en el prólogo: “El autor saca de los sótanos de la desinformación y la manipulación, los verdaderos objetivos que se persiguieron con la desintegración de la República Socialista Federativa de Yugoslavia, y quienes fueron los protagonistas y principales instigadores”.
Nos estremece Palau cuando describe lo ocurrido en la República de Croacia, entonces uno de los entes que componían a Yugoslavia, y nos presenta la existencia allí del campo de concentración de Jasenovac, creado por los fascistas alemanes, y donde se guardan los restos de cientos de miles de serbios, gitanos, judíos y de otras etnias.
Se dice que en Jasenovac está emplazada bajo tierra la mayor ciudad serbia después de Belgrado, explica Palau.
Cuando unos meses después de la presentación del Espejismo Yugoslavo, en su edición cubana, viajé a la Serbia recién bombardeada, y me percaté de cuánta razón tuvo Josep Palau en su análisis histórico convertido en libro, y cuanta verdad hay hoy cuando, además de la desintegración del país, Estados Unidos ha construido en Kosovo la segunda base militar más grande de toda Europa.
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