Uma guerra contra a Rota da Seda
Uma guerra contra o projecto Chinês
Donald
Trump ha lanzado esta semana aranceles por valor de 200.000 millones de
dólares contra productos chinos que se suman a anteriores medidas. No
tiene que ver con aluminio, ni coches, ni acero, como ocurre con Europa,
sino que hay que leerlo como una exigencia de que China renuncie a su
ascenso al estatus de gran potencia. Y esa exigencia está respaldada
militarmente. Es decir, la guerra comercial que Washington ha declarado
tiene grandes posibilidades de ser un prolegómeno de una guerra
propiamente dicha, una guerra militar. Veamos por qué.
La
política china está ganando peso y prestigio en el mundo desde
cualquier punto de vista con su llamada “Nueva ruta de la seda” ( Belt and Road Initiative ). Los desórdenes del presidente broncas colocan
a Xi Jinping en el papel de serio y previsible estadista de proyección
mundial. Su prudencia y previsibilidad contrastan aún más al lado de la
oferta que Estados Unidos viene lanzando al mundo: una oferta basada en
la fuerza, mayormente militar, y regida por la fórmula, “o estás
conmigo, o estás contra mí”. Al lado de eso, la “Nueva ruta de la seda”
es el único proyecto abierto, integrador, universalista y no basado en
la lógica de la imposición del más fuerte que existe en el mundo de hoy.
¿Qué significa?
Para China la “Nueva ruta de la seda” es la tercera gran fase desde el establecimiento de la República Popular.
La primera fase fue la revolución maoísta que
levantó al país del suelo. La segunda, sobre los cimientos de la
revolución, fue la modernización económica de Deng Xiaoping y sus
sucesores. Esa modernización se hizo en el bien entendido de que China
debía ser prudente y humilde en la esfera internacional: no meterse en
conflictos ni presentar ambiciones que comprometieran su prioridad de
desarrollo interno en una etapa tan delicada. Con Xi Jinping se llega a
la tercera gran fase: definir y afirmar el papel de China en el mundo.
Tras el impulso económico y modernizador de las últimas décadas, la
intervención directa de China en los asuntos mundiales se ha convertido
en una condición de la continuidad del ascenso chino. Y eso no solo por
la necesidad de estabilizar y garantizar los suministros que alimentan
su fábrica global: por una simple cuestión de la escala adquirida por su
poderío, la prudente no intervención y discreción internacional
pregonada por Deng Xiaoping ha comenzado a quedarse desfasada. Desde el
punto de vista de las relaciones entre grandes potencias, China ha
iniciado con esta tercera fase el primer movimiento del relevo hacia el
papel de superpotencia. Los imperativos del mismo “ascenso chino” que
hasta hace poco exigían discreción, exigen ahora una mayor intervención
en el mundo.
Lanzada
en septiembre de 2013, la nueva ruta de la seda es un gran proyecto de
integración económica de Asia, África y Europa mediante colosales
inversiones en infraestructuras. Una red de corredores energéticos, vías
de comunicación y transporte terrestres y marítimas, e integraciones
financieras, destinada a afianzar y expandir la economía global. Con su
lanzamiento previsto para el 2021 y una perspectiva hasta el año 2049,
ya implica, como proyecto, a una sesentena de países –muchos de ellos
sin más cálculo que recibir inversiones chinas– que representan el 70%
de la población mundial, el 55% del PIB y el 75% de los recursos
energéticos globales conocidos. La iniciativa se basa en tres
principios; apertura hacia todos los países, carácter integrador basado
en el respeto a la idiosincrasia y opciones de desarrollo de cada uno de
ellos, y normas de mercado. El resultado implícito de esta iniciativa
es crear un nuevo paradigma geopolítico. En Washington lo ven como un
verdadero desafío al dominio de Eurasia y de la economía mundial
ejercido por Estados Unidos. Y no están dispuestos a permitirlo. Si todo
eso funciona, el ascenso de China solo puede ser detenido por la
guerra.
De
momento ha comenzado como guerra comercial –ignorando el hecho de que
el 40% de la exportación china al resto del mundo procede de
multinacionales americanas y europeas instaladas en China–, sin embargo
el pivot to Asia (el
traslado al entorno de China del grueso de la fuerza aeronaval de
Estados Unidos) y los incidentes y tensiones en el Mar de la China
meridional avisan de una dinámica militar bien concreta. Eso, y no las
simplezas del “segundo Mao” publicadas con tanta frecuencia en nuestros
medios de comunicación, es lo que explica los poderes ampliados de los
que Xi Jinping ha sido dotado: esperando una fase turbulenta que incluye
tensión militar en el mejor de los casos y conflicto abierto en el
peor, los dirigentes chinos se han puesto un cinturón de seguridad, algo
que no tiene nada que ver con Mao, de la misma forma en que la sociedad
china actual no es la de entonces.
Con
esas previsiones, el objetivo militar chino a medio plazo no es
desafiar el dominio militar global de Estados Unidos, un objetivo que
sería irreal, agotador y extremadamente peligroso, sino sembrar dudas
entre los generales americanos sobre las posibilidades de una victoria
de Estados Unidos en un pulso militar regional en el Mar de China
meridional, donde se acumulan las tensiones del pivot to Asia .
La
estrategia marina de China se dirige a disolver las alianzas de Estados
Unidos en Asia Oriental y el Pacífico occidental. Pekín considera esas
alianzas reliquias de la guerra fría y confía en que su peso comercial
con los países de la región implicados –que ya es superior al de Estados
Unidos– sea determinante en ese proceso de disolución. Al mismo tiempo,
China fortalece su potencial aeronaval.
Con
Xi Jinping se ha realizado un cambio radical en la estructura de las
fuerzas armadas chinas y en la doctrina militar de China, constata el ex
primer ministro australiano Kevin Rudd, uno de los raros gobernantes
occidentales que habla y lee chino. El objetivo es, “sembrar la duda
sobre la capacidad de Estados Unidos de vencer en un conflicto militar
con China en la región alrededor de las islas en disputa y en el
propósito de defender Taiwan”, dice Rudd. Muy pronto, China podrá
desafiar el dominio militar regional (que no global) de Estados Unidos
allí. Las primeras salvas de esta guerra están siendo disparadas con
munición comercial, pero no hay que engañarse: no tiene que ver con
comercio, tiene que ver con dos ofertas para diseñar el futuro.
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