Chile
https://www.revolutionpermanente.fr/Gaudichaud-On-est-dans-une-phase-destituante-contre-le-neoliberalisme-et-Pinera
traduzido do francês por Caty R,
traduzido do francês por Caty R,
Especialista de la historia del Chile contemporáneo, presidente de la asociación France Amerique Latine y miembro del comité de redacción de Contretemps,
Franck Gaudichaud es politólogo y enseña la historia de América Latina
en la Universidad Toulouse Jean Jaurès, Francia (1). Repasa aquí las
hipótesis y el desarrollo de la actual movilización que agita Chile
desde hace más de 15 días.
Según
los economistas y analistas “mainstream”, Chile era un auténtico islote
de estabilidad y prosperidad en América Latina. A la vista de la actual
movilización, ¿cómo se explica semejante explosión generalizada de ira?
Podemos
decir que, en efecto, las clases dominantes chilenas realmente
vendieron la imagen de un “Chile paradisiaco”, modelo de crecimiento
económico y modelo indiscutible de América Latina. El presidente
Sebastián Piñera hablaba incluso de un país «oasis de estabilidad» en el
concierto latinoamericano. Menos de una semana después de esas
declaraciones asistimos al inicio de una movilización sin precedentes y
el presidente declaró en la televisión que: “el país está en guerra”. En
realidad, tras el escaparate del Chile “moderno” y neoliberal se
esconden desigualdades sociales de las más importantes del mundo y
especialmente de la región. La violencia del capitalismo, tal como se
aplicó desde 1973 con la dictadura y después de 1975 con el “giro
neoliberal” de los Chicago Boys, se prolongó a partir de los años 90
bajo los diversos gobiernos civiles democráticos. Así, el modelo de
capitalismo neoliberal, calificado a veces de “avanzado”, es un modelo
extremo. Existe una privatización generalizada en todos los terrenos y
ámbitos sociales (educación, salud, jubilaciones, transportes, etc.). Y
aunque la pobreza se redujo a la mitad desde los años 90, las
desigualdades sociales continuaron y se acrecientan. Lo que supone que,
en la actualidad, la economía del país está dominada por siete grandes
familias de la burguesía chilena cuando la mitad de los trabajadores
ganan menos de 480 euros mensuales (mientras el precio de un viaje en
metro en Santiago es de un euro). La “democracia de los consensos” y de
los acuerdos pactados que nació en 1990, tras la dictadura y negociando
con los militares, legitimó ese “modelo”. Las élites civiles de los
partidos de la Concertación y -por supuesto- la derecha, aceptaron
incluso conservar (con algunas reformas) la Constitución ilegitima
elaborada en 1980, en plena dictadura.
Uno
de los rasgos distintivos del proceso chileno actual es sin duda la
entrada en movimiento de un mundo laboral que la dictadura quiso romper y
del que los gobiernos posteriores a 1989 pretendieron perpetuar la
fragmentación. ¿Asistimos a una auténtica renovación del movimiento
obrero?
La
explosión social actual está vinculada a una acumulación de
experiencias colectivas anteriores, como grandes movilizaciones de
trabajadores a partir de 2006-2007, y también de los centros de
enseñanza y de los estudiantes (a partir de 1997). Recordemos la
“revolución estudiantil” de 2011. Después tenemos también la
multiplicación de las luchas eco-territoriales en torno de lo que se
denomina en Chile las “zonas de sacrificios”, zonas de extractivismo
masivo y graves destrozos ecológicos y ambientales. Finalmente, podemos
citar las importantes movilizaciones en torno al sistema de pensiones,
completamente privatizado y en manos de fondos de pensiones
(capitalización que por cierto puso en marcha durante la dictadura el
hermano del actual presidente…), con el movimiento “No + AFP”. Entre la
clase trabajadora, los sectores sindicales más combativos son los de
puertos, mineros y una parte de la distribución, además de otros
sectores de trabajadores como el de los profesores y del sector de la
salud.Y siempre está muy presente la incansable lucha del pueblo
Mapuche, que vive la militarización desde hace décadas, desde hace
siglos en realidad…
Uno
de los rasgos distintivos del movimiento actual no ha sido la
centralidad del movimiento obrero tradicional organizado. Al contrario,
lo que emerge rápidamente en primer lugar son las luchas de la juventud,
la juventud precarizada, los estudiantes, los alumnos de secundaria que
comienzan a saltar los torniquetes del metro de Santiago y llaman a
toda la colectividad a no pagar y “eludir” masivamente.
Con
la represión y la militarización del espacio público, con la
proclamación del estado de emergencia y del toque de queda, asistimos a
la ampliación de los espacios sociales movilizados, que rechazan la
represion y a la ampliación de las reivindicaciones en términos de
críticas mas globales al neoliberalismo. Es entonces cuando empiezan a
entrar en escena algunos sectores del movimiento obrero y los
trabajadores, y en particular los del sindicalismo estratégico y más
politizado. Hay que destacar en particular en el papel clave que han
desempeñado los estibadores de la «Unión Portuaria», que desde el lunes
21 de octubre llaman a la huelga mientras la Central Única de los
Trabajadores (CUT), por su parte, apareció como paralizada. Se trata de
una central sindical ampliamente burocratizada en su dirección, en manos
de los partidos que han gobernado a lo largo de los tres últimos
decenios, el Partido Socialista, la Democracia Cristiana y también ahora
el Partido Comunista. No obstante, el movimiento obrero se ha puesto en
marcha y la CUT también reaccionó, pero demasiado tarde y con frenos de
una parte de los dirigentes y organizaciones. Es interesante observar
el papel de los portuarios y de los mineros, especialmente los de la
gran mina «la Escondida», que también han llamado a la movilización y a
la huelga. La aparición de una iniciativa unitaria más amplia, la mesa
de «Unidad Social», en la cual se encuentran la CUT, el movimiento
«No+AFP» contra los fondos de pensiones, así como la Coordinación 8 de
Marzo, feminista, los sectores de la ecología política y varias decenas
de organizaciones sociales y sindicales, fue un paso adelante notable,
bajo la presión de las movilizaciones. Se trata pues de un espacio mucho
más amplio que el sindicalismo por sí solo, aunque en los llamamientos a
la huelga nacional han desempeñado un papel importante para cambiar el
equilibrio de poder y hacer retroceder al Ejecutivo, en particular con
respecto al estado de emergencia.
Sin
embargo, el movimiento sindical chileno sigue siendo débil y
fragmentado como resultado de la gran derrota y el aplastamiento por
parte de la dictadura de Pinochet entre 1973 y 1989. Pero también es el
resultado de los gobiernos civiles de la Concertación (1990-2010
especialmente), que no hicieron nada para cambiar esta situación, muy al
contrario, hicieron todo lo posible para mantener una actividad
sindical directamente aliada de los gobiernos y canalizada (aunque no
siempre lo lograron). Actualmente, pues, el desafío es la reconstrucción
de colectivos sindicales combativos que puedan desplazar el peso de
algunas de las direcciones más tradicionales. Vemos que en esta fase la
organización de «la Unidad Social» es mucho más amplia que la CUT sola.
Se trata de un espacio de organización y tensiones que ha permitido
comenzar a dar una orientación y una dirección posibles a las
movilizaciones, pero con el riesgo de la tentación de querer
capitalizarlos por parte de algunos y dirigirlos “desde arriba”, lo que
conduciría entonces a canalizar esta extraordinaria fuerza del
movimiento hacia una salida institucional-parcial y de nuevo dentro de
los “consensos” y pactos sociales a la chilena…
En
las manifestaciones y las huelgas, uno de los eslóganes más repetidos
sigue siendo «¡Fuera Piñera!». Sin embargo la izquierda radical, el
Partido Comunista Chileno y el Frente Amplio –que tienen, como dices, un
peso importante en el movimiento sindical y el movimiento social- han
optado por renunciar a esta reivindicación en favor de un «impeachment»
de Piñera o de algunos de sus antiguos ministros o en favor de un
referéndum, ¿Cómo se explica semejante opción política?
Hay
una fuerte reivindicación entre las personas movilizadas en torno a la
salida de Piñera, «¡Fuera Piñera!», reivindicación en mi opinión
totalmente legítima cuando estamos hablando de 20 personas muertas,
cientos de heridos (entre ellos algunos muy graves), miles de detenidos,
decenas de abusos sexuales y torturas en las comisarías, desaparecidos,
etc. Las reformas sociales parciales anunciadas por el Gobierno no son
en absoluto aceptadas por la calle porque consisten, una vez más, en que
el Estado subsidia el salario mínimo, el sistema de pensiones
privatizado y finalmente el sector privado… Por lo tanto, no plantea
ningún retroceso del modelo de Estado subsidiario neoliberal. Tampoco el
cambio de gabinete es considerado como medida de cambio real. Por otra
parte, la reacción de la oposición política parlamentaria ha sido más
que tímida, por no decir desastrosa. Algunos incluso han llamado a la
represión, como es el caso del antiguo ministro socialista y exdirigente
de la Organización de Estados Americanos (OEA), José Miguel Insulza.
Por parte del PC sí hubo una reacción. Con su experiencia política de
larga trayectoria, los comunistas comprendieron rápidamente la trampa
que representaba negociar con Piñera, por lo que llamaron a boicotear
esas reuniones de negociación, mientras tanto había estado de
emergencia, y con razón. En cuanto al Frente Amplio, vemos hasta qué
punto está atravesado de tendencias contradictorias y la fragilidad de
su proyecto, en esta etapa, porque existe todo un sector importante,
llamado “Revolución Democrática”, que quería ir a la Moneda ¡Mientras
estaba el estado de emergencia, el toque de queda y la represión en la
calle! Finalmente, en un primer tiempo, el Frente Amplio tampoco fue a
negociar y llamó a denunciar esas maniobras. Pero se ven las
dificultades del Frente Amplio para posicionarse en semejante coyuntura
de movilizaciones excepcionales, cuando creo que éste debería ser un
momento fundamental para la izquierda, para presionar, para alimentar la
movilización, dar dirección hacia unas primeras rupturas con el modelo
capitalista neoliberal y las herencias de la dictadura, para llamar
inmediatamente a una Asamblea Constituyente, apoyando a la vez el
llamado a la dimisión del Gobierno. Y ahí el Frente Amplio ha sido
confuso, con sectores muy marcados por las lógicas parlamentarias de
“negociación en las alturas”, a contrapié con lo que está pasando en el
país, aunque es de notar que el sector de izquierda del FA, Convergencia
Social, ha sido más claro en ese sentido y también movilizado desde el
principio.
Existen,
pues, llamados al «impeachment» contra Piñera (con pocas posibilidades
de prosperar a nivel del Senado). Algunos piensan también que sería
posible negociar acuerdos mínimos con el nuevo Gabinete y el fin de la
represión. También organismos de derechos humanos y abogados han
comenzado una querella contra Piñera y el ahora exministro del interior
(Chadwick) por responsabilidad política en crímenes, tortura y
asesinatos. Pero lo que está creciendo dentro del movimiento, en
términos de lo que se podría denominar “reivindicación transitoria”
unitaria, es ante todo el llamado a una Asamblea Constituyente Libre
Soberana y Popular constituida “desde abajo”, que sea representativa y
proporcional, realmente democrática (a diferencia de todas las
constituciones chilenas, no solamente la de Pinochet), que permita poner
así todo sobre la mesa y que sea aprobada por referéndum en una óptica
de “refundación” del modelo social y político chileno. Las fuerzas de
izquierda, anticapitalistas, deberían tener un papel que desempeñar en
ese sentido. Evidentemente no se trata de que el Parlamento reabsorba y
canalice las movilizaciones a través de una nueva reforma constitucional
(como ya el PS y sectores de la derecha lo están proponiendo). Sino,
por el contrario, de hacer que crezcan la autoorganización y la
politización en un proceso en el que la Asamblea Constituyente y Popular
no sería más que uno de los elementos de un proceso abierto de
democratización que forzosamente tendría que ir cuestionando y a
contrapelo de los privilegios exorbitantes de la burguesía chilena, una
de la más voraces de América del Sur.
Los
elementos de autoorganización que se ven aparecer en los centros de
trabajo y a un nivel territorial, en Concepción por ejemplo con la
Asamblea provincial o en Antofagasta con el “Comité de Emergencia”, dan
un aire “años 70” a la movilización actual. ¿El imaginario de los
Comandos comunales o de los Cordones industriales, el ala activa del
proceso revolucionario 1970-1973, sigue presente en Chile?
En
cuanto a fuerzas e iniciativas de autoorganización han sido muy
potentes en este movimiento, en el sentido de que es un movimiento
“espontáneo” que se propagó por las redes sociales, por Facebook, de
forma horizontal y fuera de los canales tradicionales instituidos
(sindicales, sociales o políticos). Vemos, una vez más, que existe una
gran experiencia acumulada procedente de los movimientos anteriores, de
los conflictos laborales de 2006-2007, de los de los estudiantes de
2011, de experiencia como la ACES ( Asamblea Coordinadora de Estudiantes
Secundarios) o de los movimientos feministas y sindicales, con
organización de múltiples “cabildos” y asambleas territoriales y
populares. O también en estos con la “toma feminista” de plaza Italia en
el centro de la capital. Son experiencias democráticas, participativas,
de “poder popular” en acción. Esta es en realidad una de las fuerzas
“disruptiva” de este movimiento y es todavía difícil medir la amplitud
de esas asambleas en el plano nacional, pues aparecen de norte a sur.
Todavía son dispersas y muy desiguales según los territorios, mientras
los niveles de represión estatal continúan siendo escandalosos. De
alguna manera permanece la memoria colectiva del “poder popular” y de
los cordones industriales de los años 1970-1973, aunque no siempre
directamente. Estamos, por supuesto, muy lejos de los niveles de
politización y movilización de los años 70 que caracterizaron a la clase
obrera chilena con la experiencia de la Unidad Popular, una clase
obrera que incluso comenzó a sobrepasar los límites de la “vía chilena
al socialismo” que propuso Salvador Allende a su pueblo.
En
la actualidad, nos hallamos más bien en una fase “destituyente” frente
al neoliberalismo y al Gobierno de Piñera, pero también potencialmente
“instituyente” en el sentido en que se vuelve a hablar en Chile, a una
escala masiva, de una perspectiva posneoliberal y democrática que
buscaría superar –por fin- la herencia de Pinochet y de 30 años de
“democracia pactada” y tutelada. Este es ya uno
de los formidables logros de estas jornadas de rebelión de octubre de
2019 sin que se abran de nuevo (como en los 70), de momento, las grandes
alamedas de las perspectivas anticapitalistas. Es necesario entender
hasta qué punto que el “modelo” chileno todavía sigue siendo uno de los
más arraigados y “blindado” de América Latina, a pesar de todas las
fuertes sacudidas y revueltas que lo atraviesan. Pero después de octubre
ya nada será igual en Chile para los dominantes, y eso solo comienza.
Se ensancharon las fisuras del neoliberalismo, no hay vuelta atrás…
————
1/ Entre
las publicaciones recientes de Franck Gaudichaud, señalemos una obra de
referencia sobre el período de la Unidad Popular chilena, “Chile 1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo”, LOM ediciones, 2016 ) así como su último trabajo, en colaboración con Jeff R. Weber y Massimo Modonesi, “Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI , Ensayos de interpretación histórica”, UNAM, 2019, ver en línea: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259150.
Via: FOICEBOOK http://bit.ly/2NRIfBQ
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