Opinião sobre o Golpe na Bolivia
El golpe en Bolivia: cinco lecciones
La
tragedia boliviana enseña con elocuencia varias lecciones que nuestros
pueblos y las fuerzas sociales y políticas populares deben aprender y
grabar en sus conciencias para siempre. Aquí, una breve enumeración,
sobre la marcha, y como preludio a un tratamiento más detallado en el
futuro. Primero, que por más que se administre de modo ejemplar la
economía como lo hizo el gobierno de Evo, se garantice crecimiento,
redistribución, flujo de inversiones y se mejoren todos los indicadores
macro y microeconómicos la derecha y el imperialismo jamás van a aceptar
a un gobierno que no se ponga al servicio de sus intereses.
Via: FOICEBOOK http://bit.ly/36UfT2y
Segundo, hay que estudiar los manuales publicados por diversas
agencias de EEUU y sus voceros disfrazados de académicos o periodistas
para poder percibir a tiempo las señales de la ofensiva. Esos escritos
invariablemente resaltan la necesidad de destrozar la reputación del
líder popular, lo que en la jerga especializada se llama asesinato del
personaje (“character assassination”) calificándolo de ladrón, corrupto,
dictador o ignorante. Esta es la tarea confiada a comunicadores
sociales, autoproclamados como “periodistas independientes”, que a favor
de su control cuasi monopólico de los medios taladran el cerebro de la
población con tales difamaciones, acompañadas, en el caso que nos ocupa,
por mensajes de odio dirigidos en contra de los pueblos originarios y
los pobres en general.
Tercero, cumplido lo anterior llega el turno de la dirigencia
política y las elites económicas reclamando “un cambio”, poner fin a “la
dictadura” de Evo que, como escribiera hace pocos días el impresentable
Vargas Llosa, aquél es un “demagogo que quiere eternizarse en el
poder”. Supongo que estará brindando con champagne en Madrid al ver las
imágenes de las hordas fascistas saqueando, incendiando, encadenando
periodistas a un poste, rapando a una mujer alcalde y pintándola de rojo
y destruyendo las actas de la pasada elección para cumplir con el
mandato de don Mario y liberar a Bolivia de un maligno demagogo.
Menciono su caso porque ha sido y es el inmoral portaestandarte de este
ataque vil, de esta felonía sin límites que crucifica liderazgos
populares, destruye una democracia e instala el reinado del terror a
cargo de bandas de sicarios contratados para escarmentar a un pueblo
digno que tuvo la osadía de querer ser libre.
Cuarto: entran en escena las “fuerzas de seguridad”. En este caso
estamos hablando de instituciones controladas por numerosas agencias,
militares y civiles, del gobierno de Estados Unidos. Estas las entrenan,
las arman, hacen ejercicios conjuntos y las educan políticamente. Tuve
ocasión de comprobarlo cuando, por invitación de Evo, inauguré un curso
sobre “Antiimperialismo” para oficiales superiores de las tres armas. En
esa oportunidad quedé azorado por el grado de penetración de las más
reaccionarias consignas norteamericanas heredadas de la época de la
Guerra Fría y por la indisimulada irritación causada por el hecho que un
indígena fuese presidente de su país. Lo que hicieron esas “fuerzas de
seguridad” fue retirarse de escena y dejar el campo libre para la
descontrolada actuación de las hordas fascistas -como las que actuaron
en Ucrania, en Libia, en Irak, en Siria para derrocar, o tratar de
hacerlo en este último caso, a líderes molestos para el imperio- y de
ese modo intimidar a la población, a la militancia y a las propias
figuras del gobierno. O sea, una nueva figura sociopolítica: golpismo
militar “por omisión”, dejando que las bandas reaccionarias, reclutadas y
financiadas por la derecha, impongan su ley. Una vez que reina el
terror y ante la indefensión del gobierno el desenlace era inevitable.
Quinto, la seguridad y el orden público no debieron haber sido
jamás confiadas en Bolivia a instituciones como la policía y el
ejército, colonizadas por el imperialismo y sus lacayos de la derecha
autóctona. Cuando se lanzó la ofensiva en contra de Evo se optó por una
política de apaciguamiento y de no responder a las provocaciones de los
fascistas. Esto sirvió para envalentonarlos y acrecentar la apuesta:
primero, exigir balotaje; después, fraude y nuevas elecciones;
enseguida, elecciones pero sin Evo (como en Brasil, sin Lula); más
tarde, renuncia de Evo; finalmente, ante su reluctancia a aceptar el
chantaje, sembrar el terror con la complicidad de policías y militares y
forzar a Evo a renunciar. De manual, todo de manual. ¿Aprenderemos
estas lecciones?
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